Paradojas de la política: Carles Puigdemont lanza uno de sus discursos más intensos en el momento de su despedida. Despedida de un cargo pero no de la autoridad porque en a penas 20 minutos, el expresident ha lanzado un mensaje combativo inequívoco: ni hablar de visiones pactistas o complacientes respecto al Estado, ni hablar de comprar la estrategia de ERC (que ha definido como de "qui dia passa anys empeny", es decir, complaciente) sino que toca seguir denunciando lo que ha descrito como un ataque frontal de un Estado que según Puigdemont es corrupto legal y moralmente, que trabaja con los medios de comunicación y los tribunales para reducir la lengua catalán y considerar a los catalanes ciudadanos de tercera.

Puigdemont se ha puesto a los 900 delegados del congreso de Junts en el bolsillo desde el minuto uno gracias a una táctica infalible: atacar a Esquerra y cargar contra todo acercamiento al Gobierno, a cualquier Gobierno. Ha elegido al republicano Gabriel Rufián, que osó afirmar que no hay que ir tanto a Waterloo (donde Puigdemont tiene su residencia). "Lo que no es normal es tener que ir a visitar a alguien a Waterloo, lo que es normal y decente es visitarlo para que no se sienta solo, para que se sienta bien acompañado", ha clamado, logrando la primera de varias ovaciones.

A partir de ahí, todo el discurso ha sido un martillo combativo contra un "estado de represión que no ha dejado de acelerar desde este infausto discurso del rey del 3 de octubre en que dio luz verde a la represión". Y ha descrito a todos los gobiernos españoles como mentirosos porque "nos considerarán siempre ciudadanos de segunda o de tercera" y enfermos de "corrupción política y moral". Ha puesto como ejemplo el espionaje, el catalán y el incumplimiento de las inversiones en Cataluña en comparación con lo que se invierte en Madrid. "¡Collons, ja està bé!" ha llegado a espetar. Los delegados se han puesto en pie en numerosas ocasiones.

Ataque a ERC por pensar solo en sus cargos

Todo para dar un único e inequívoco mensaje a la nueva dirección del partido: ni hablar de dar pasos atrás para acercarse a Esquerra, porque ERC es según Puigdemont -que no los ha citado en ningún momento- el partido que busca una "falsa normalidad" o la "reconciliación, pacificación". Es más ha acusado a los republicanos de "priorizar el bienestar de sus cuadros" cuando ello, asegura, tiene consecuencias catastróficas para los ciudadanos" por no reconocer "el principio de realidad". Eso sí, sin dejar de gobernar la Generalitat.

Gobernar sí, pero "desplegar" la independencia

El discurso tenía un claro y único objetivo: encomendar a la nueva cúpula que mantenga como objetivo "desplegar" la declaración de independencia del 27 de octubre del 2017 pese a lo que ha reconocido que es un contexto de "confusiones, renuncias, desánimo". Para ello ha pedido que Junts -al que ha descrito como el auténtico adversario del Estado- sea reconocible como fuerza que, esté en el gobierno o la oposición, se mantiene "serenamente comprometida" para culminar la independencia. En definitiva, el objetivo no es otro que el intentar la hegemonía independentista. Frente al Estado, sí. Pero ante todo frente a Esquerra Republicana.