La violencia de género aparece cada vez a edades más tempranas: el número de menores denunciados por maltrato machista creció un 70% en 2021, según el INE. Los expertos apuntan al impacto de los discursos negacionistas entre los más jóvenes y a la falta de educación afectivosexual como las principales causas de esta realidad.

"Los jueces estamos convencidos de que esta involución en conductas de violencia de género en los menores está muy relacionada con el discurso machista, basado en la desigualdad de los papeles entre los chicos y las chicas; es decir, el discurso negacionista de la violencia de género está siendo demoledor en estos momentos y es más permeable entre los menores. Desde mi punto de vista, esta es una de las causas fundamentales de lo que nos está diciendo el Instituto Nacional de Estadística", explica a El Periódico de España el magistrado del juzgado de menores número 1 de Ávila, Luis Carlos Nieto.

Normalización del maltrato

El psicoterapeuta de la Asociación Conexus Heinrich Geldschläger hace un diagnóstico similar: "Vemos claramente la huella del discurso de Vox que se está legitimando a nivel político y eso, desde luego, se traduce en el discurso de la sociedad en general y de los jóvenes más concretamente. Existe esta negación, que es un problema, hay una normalización en la población joven de todo tipo de conductas que tienen que ver con el control, con la coerción a nivel sexual, con cómo las entienden como parte del amor romántico", asevera el psicólogo.

Este asunto es de tal magnitud que ejercer violencia contra la pareja llega a convertirse en un elemento de identidad, vinculación y pertenencia al grupo de amigos en el que ha calado la idea de desigualdad, advierte el juez.

La estadística sobre violencia de género relativa al año 2021 que acaba de publicar el INE evidencia un incremento del 70,8% en el número de menores denunciados por maltrato machista y un aumento del 28,6% en el número de víctimas menores.

Violencia contra las niñas

"Esperábamos algo parecido. Desgraciadamente el INE concreta algo que ya nos parecía que estaba empezando a suceder, aunque no esperábamos que fuera más de un 28% de casos entre 2020 y 2021 porque es un crecimiento exponencial brutal. Puede que el crecimiento tenga que ver con que se denuncie más, pero en todo caso hay un problema serio y lo que hace esta encuesta es confirmar el mal presagio que estamos teniendo en los juzgados de menores: la violencia que se provoca frente a las niñas por su condición de víctimas, esto es bastante grave", subraya Nieto.

Tanto el terapeuta como el magistrado coinciden en que no hay un perfil de agresor machista menor de edad, aunque ambos destacan que las intervenciones para acabar con estas conductas son más exitosas con ellos que con los maltratadores adultos porque llevan menos tiempo ejerciendo la violencia y tienen mayor flexibilidad mental, de ahí la relevancia de que existan programas específicos.

"Si no abordamos la causa de la violencia, que son los hombres que la ejercen, nunca va a acabar, no va a dejar de haber víctimas", señala Geldschläger.

La primera dificultad para la transformación de estos chicos es que los programas para abordar la violencia machista en menores son poco numerosos, la segunda es que la mayoría ha normalizado la violencia y no se reconoce como maltratador -por lo que no cree que necesite ayuda para realizar una transformación- y la tercera es la adherencia a estas intervenciones.

"La gente joven no tiene relaciones tan estables y ahí cuesta dar el paso para motivarse a cambiar el comportamiento violento y revisarse. Les resulta más fácil dejar la relación y buscar otra pareja", precisa el terapeuta.

La intervención ideal con menores es un trabajo en grupo que ayude a reconocer y visibilizar los aspectos sociales de la desigualdad y la construcción de la masculinidad: es fundamental el proceso de reconocimiento y asunción de la responsabilidad de la violencia ejercida, de la que hasta ese momento se culpabilizaba a la víctima, y a partir de ahí darse cuenta de las consecuencias que la violencia ha tenido en parejas o exparejas supervivientes, sostiene Geldschläger.

En este trabajo también se debe entender para qué se utiliza la violencia y en qué situaciones: inseguridad, control y celos. Los chicos prohíben a las chicas salir, hablar con otros hombres o vestirse como quieran... Y recurren a la violencia al sentir amenazada su identidad masculina, por lo que en estas intervenciones se aborda también la construcción de la masculinidad para ofrecerles alternativas.

La teoría del monstruo

Como los jóvenes niegan y minimizan la violencia machista y consideran que es algo que sólo se da entre adultos, es muy difícil que recurran a algún servicio donde reciba ayuda para cambiar su conducta.

"No hay motivación, lo ven como algo ajeno, existe esta idea de que la violencia de género forma parte del mundo adulto", dice Geldschläger.

"Y aquí los medios de comunicación no ayudan por el imaginario que crean. Informan del último asesinato machista y se crea la teoría del monstruo, de que los maltratadores son monstruos que matan a sus mujeres y toda la violencia psicológica, menos visible y evidente, se invisibiliza y hace más difícil que los hombres se reconozcan como maltratadores. Incluso hombres que vienen voluntariamente a trabajar su conducta reconocen hechos violentos contra sus parejas pero niegan ser maltratadores", continúa el psicoterapeuta.

Para los chicos, los maltratadores son hombres mayores que suelen estar enfermos, se drogan o son alcohólicos.

Ante el difícil reconocimiento y el paso aún más complejo de pedir ayuda, la Asociación Conexus ha optado por desarrollar programas que trabajen directamente en los entornos de los más jóvenes: universidades e institutos.

Si Mahoma no va a la montaña...

"Si Mahoma no va a la montaña, la montaña tiene que ir a Mahoma, transportarse hasta los jóvenes", cuenta Geldschläger.

Conexus ha puesto en marcha PUJA (Programa para Universidades, Jóvenes y Adolescentes para la prevención y atención de relaciones abusivas), un proyecto de sensibilización, prevención y formación de la comunidad educativa y de atención tanto a víctimas como a agresores.

Además de formar a los profesores, también se hace con jóvenes para que se conviertan en referentes en sus grupos y puedan detectar posibles casos a través de señales abusivas y violentas y puedan hablar tanto con la víctima como con el agresor para que estos puedan pedir ayuda.

Los chicos no suelen pedir ayuda u orientación y si lo hacen, nunca optan por acudir a los servicios institucionalizados o a sus padres, recurren a sus iguales, de ahí la pertinencia de este enfoque de Conexus.

Una Justicia para reeducar y reinsertar en un mundo sin violencia

Cuando un caso llega a un juzgado de menores, "la situación está muy deteriorada", pero aun así hay posibilidades de que los adolescentes cambien hasta rechazar la violencia machista con el trabajo adecuado: "Lo hemos podido comprobar en varias ocasiones. Se puede trabajar mucho mejor con menores que con mayores porque llevan muy poco tiempo ejerciendo la violencia y porque la ley de responsabilidad penal de los menores contiene medidas sancionadoras educativas", asevera el magistrado Nieto.

Las penas a los maltratadores mayores de edad tienen como fin principal trasladar a la sociedad la idea de que ese delito no se puede cometer, mientras que en los menores rige la reeducación, adoptar las medidas necesarias para que este chico en concreto no repita la conducta por la que está siendo juzgado.

"Se va a trabajar con medidas educativas cuya función es reeducar y reinsertar al menor en una sociedad sin violencia", incide Nieto.

Hay muchas posibilidades de trabajo con estos chicos, "otra cosa es la indigencia de recursos", precisa. Un juez de menores "no decide por sí solo" las medidas que dicta, sino que va a estar informado por un equipo técnico en el que hay expertos en psicología, trabajo social y educación para adoptar y motivar las más adecuadas: "La medida va a variar dependiendo de las necesidades educativas, psicológicas, sociales y familiares del menor".

Una que es "muy eficaz" es la convivencia en un grupo educativo, afirma el magistrado: se saca al menor del ecosistema negativo (social o familiar que valora la violencia machista) para hacer una intervención integral en un espacio en el que pueda socializar en igualdad y en el respeto a las mujeres. "El comportamiento cambia de una forma importante y no en un plazo excesivamente largo. Los menores empiezan a reflexionar sobre su conducta y se convencen de que lo que estaban haciendo era una barbaridad. Es una medida muy costosa y se da muy pocas veces, pero realmente previene", sostiene Nieto.

Otra opción que no supone el traslado del menor de su grupo de iguales o de su familia es la realización de tareas específicas de rechazo a la violencia machista, que lo ayuden a identificar sus conductas y a ver que se vive mucho mejor sin violencia machista.

Una medida muy conocida es la prohibición de aproximación a la víctima.

Educación

Una vez más, los expertos inciden en la relevancia de la educación afectivosexual como la herramienta esencial de la prevención de las violencias machistas.

Geldschläger lamenta que apenas exista en España, que carezca de profundidad, pues para que los jóvenes aprendan a relacionarse de manera sana, igualitaria y no violenta hace falta que se hable de los indicios de violencia, de la forma de relacionarse, de la construcción de la identidad de género, la masculinidad y la feminidad.

El psicólogo llama la atención sobre el papel dañino de la pornografía como "ente socializador" a edades tempranas y acentúa que la educación afectivosexual debe compensar y contrarrestar lo que chicos y chicas -pero sobre todo ellos- aprenden allí. Destaca que muchos estudios indican que el consumo de pornografía, violenta, denigrante y cosificadora de la mujer, está relacionado directamente con actitudes y comportamiento más violentos.

Por su parte, el magistrado califica de "fundamental" la inclusión de esta educación en los programas educativos "desde muy temprana edad".

"No es lógico que estemos dejando escapar lo fundamental que es la prevención en los jóvenes, que la idea de la igualdad se escape de la formación de los niños y las niñas de este país. Se puede hacer una determinada política a través del Código Penal para los adultos que agreden y ejercen violencia contra las mujeres, pero todavía es más esencial prevenir estas conductas entre los jóvenes, mucho más importante y pedagógico", concluye.