Alberto Núñez Feijóo asumirá oficialmente la presidencia del PP el próximo fin de semana en Sevilla. El congreso extraordinario tras la caída de Pablo Casado y convocado sólo para elegir al nuevo líder terminará el sábado con el esperado discurso del presidente. Más allá de las incógnitas que siguen sacudiendo al partido, con la incertidumbre de quién compondrá la nueva dirección, el presidente de la Xunta abandona el gobierno gallego después de 13 años y desembarca en Madrid (no lo hizo en 2018) con muchos retos por delante, internos y externos. Así lo recoge El Periódico de España.

El más acuciante será consolidarse como líder de la oposición en un tiempo récord. Aclimatarse a la capital y a los tiempos de una política cada vez más líquida. Como reconocen dirigentes veteranos a este diario, en la campaña interna de las primarias se han visto "errores" (traspiés como el de la violencia intrafamiliar) nada habituales en el presidente autonómico. A pesar de que Pedro Sánchez insiste en que pretende agotar la legislatura, con la celebración de las andaluzas el próximo otoño comienza un nuevo ciclo electoral de vértigo. Las autonómicas y municipales de la siguiente primavera serán clave para testar el estado de los dos grandes partidos y, a partir de esa cita, las generales (se adelanten o no) vivirán una precampaña continua hasta que sea su turno.

Feijóo tendrá que decidir cuando sea oficialmente el jefe de Génova si ejercerá como senador por designación autonómica. Es la única vía que en esta legislatura tiene para estar en las Cortes Generales y confrontar, aunque con menos foco que en el Congreso, con Pedro Sánchez. Más allá de eso, el dirigente gallego deberá reorientar la interlocución con el Ejecutivo y decidir, de alguna manera, el tipo de relación que el PP tendrá a partir de ahora con Moncloa. Todo después de dos años y medio en los que las relaciones se han ido deteriorando muchísimo entre los dos grandes partidos de España.

Consolidarse como líder de la oposición

El nulo entendimiento entre Casado y Sánchez dificultaba las cosas. Mejores sensaciones tenían el ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, y el número dos del PP, Teodoro García Egea, al mando de las conversaciones entre ambas organizaciones. El talante de Feijóo y su apuesta por la centralidad y auspiciar acuerdos de Estado pendientes de hace tiempo podría chocar con la situación actual de PP y PSOE. Dirigentes populares implicados en el nuevo partido así lo acreditan a la vista de los últimos acontecimientos.

En el PP hay mucho malestar por la ausencia de información que a día de hoy tienen por el paquete de respuesta a la invasión de Ucrania que Sánchez llevará al Consejo de Ministros del martes y para el que espera contar con los votos del principal partido de la oposición. “No tenemos aún un solo papel. No tenemos información ni datos. Y el Gobierno llama solo para lo que quiere. Interlocución hay, pero sin detalles y sin contarnos prácticamente nada”, lamentan dirigentes de peso. Feijóo está al corriente y, de hecho, reconocen en el PP, ya ha sufrido en primera persona “la manera en la que actúa Sánchez”. 

Afirman que el futuro líder popular concentra malestar después de ver que el acuerdo de La Palma entre los presidentes autonómicos, que incluía una bajada de impuestos impulsado por el propio gallego, va camino de convertirse en papel mojado. Todo a pesar de estar por escrito. “Y así todo. Este gobierno funciona así”, se lamentan en el primer partido de la oposición. 

A esto se suman los grandes acuerdos pendientes como la renovación del Consejo General del Poder Judicial, que en la órbita de Feijóo comprenden como un asunto a desatascar pero que, al tiempo, reconocen que no ha de ser la prioridad.

También como líder de la oposición deberá hacer frente a la relación de su partido con los grandes sectores de la sociedad civil y el mundo empresarial. En el caso de la CEOE, actor fundamental en las relaciones con los grandes partidos de gobierno, empezará una nueva etapa tras las crisis que también acumuló Casado con la patronal

La agenda internacional es otro de los grandes retos que tiene por delante en un momento en el que la influencia en la política exterior se ha convertido en una prioridad. El peso de la Unión Europea en la gestión de la pandemia y la guerra en Ucrania, que comenzó hace un mes y cuyas consecuencias humanitarias y económicas aún son impredecibles, obliga a Feijóo a ampliar esa agenda y tener presencia en reuniones y grandes debates, A su lado, ahora como presidente del Comité Organizador del Congreso y más adelante, según creen más de una decena de dirigentes de peso consultados por este diario, “con un papel fundamental”, está Esteban González Pons. El eurodiputado es un hombre reconocible y reconocido en la familia del PP europeo y tiene un amplio conocimiento de la vida en Bruselas. 

Precisamente ese conocimiento internacional, aseguran en el partido, influirá también en el hecho de que Feijóo lo quiera tener muy cerca. El presidente de la Xunta da mucha importancia a la política exterior y a las relaciones con mandatarios extranjeros, pero en esta ocasión tendrá que fomentarlas como líder de la oposición y aspirante a la presidencia del Gobierno con Sánchez enfrente, que lleva mucho tiempo trabajando su imagen exterior y cada vez demuestra más peso en la UE. También influye el auge de la socialdemocracia en países fundamentales (Alemania el más reciente) y el declive que ha ido sufriendo la familia conservadora en gobiernos clave.

El partido por dentro y Vox

Internamente, los retos por delante no son menores. Las elecciones en comunidades y ayuntamientos obliga a poner el partido a punto. Como publicó este diario son varios los territorios que siguen sin un candidato claro y la crisis interna también ha obligado a paralizar la celebración de congresos regionales, aunque la voluntad de Feijóo es hacerlos todos en un proceso exprés antes del verano. 

El partido que la anterior dirección construyó, dando prioridad a las provincias en vez de a las autonomías ha hecho que en muchos territorios a día de hoy se produzcan enfrentamientos entre los presidentes provinciales y los propios barones, que no controlan las estructuras de sus propias comunidades. El modelo diseñado por García Egea tiene descolocados a los dirigentes llamados a tomar ahora las riendas y además el margen es muy escaso antes de las próximas elecciones. 

La fuerza del partido, en todo caso, sigue residiendo en los barones, como ha quedado claro en esta crisis en la que los líderes del partido en las autonomías consiguieron derrocar a Casado y poner fin a una situación que consideraban “insostenible” para la supervivencia del PP. Cosa distinta es que Feijóo, fiel defensor de la estructura autonómica de su formación, tenga que lidiar ahora con barones que son muy distintos entre sí. De su relación con Isabel Díaz Ayuso dependerá en gran parte el éxito del futuro PP, aunque las grietas que separan a ambos (y a otros dirigentes) a menudo saldrán a la superficie.

Y en este contexto, el nuevo líder también tendrá que definir su política de pactos donde, en este momento, solo hay otro actor: Vox. El primer pacto de gobierno en Castilla y León supone un punto de inflexión para las dos formaciones. Por primera vez formarán una coalición. Y mientras Feijóo se empeña en circunscribir esa decisión a algo excepcional, otros barones miran aliviados el nuevo escenario, convencidos de que ellos deberán hacer pactos similares en 2023. 

El mapa electoral se antoja endiablado para Feijóo, también a nivel nacional, donde aspira a reconstruir relaciones con otros grupos clave en el Congreso como el PNV. Los nacionalistas vascos, que ven con buenos ojos la llegada del gallego a la presidencia popular, advierten de que no estarán en ninguna ecuación que incluya a Santiago Abascal.