En la legislatura de los tiempos gaseosos, de la convulsión y el sobresalto constante, Pedro Sánchez atraviesa ahora, tal vez, su momento de mayor soledad. Con la protesta social quemando en las calles (y en los puertos), la oposición, a izquierda y derecha, le apremia a tomar medidas para frenar el impacto del alza de los precios de la energía. Pero también le cerca y le marca por el giro histórico sobre el Sáhara, el abandono de la neutralidad sostenida durante casi 47 años, viraje criticado también desde dentro del Gobierno, por sus socios de coalición, Unidas Podemos.

Esa sensación de aislamiento se proyectó sin dobleces este miércoles en el Congreso, en el pleno primero y en la comparecencia del ministro José Manuel Albares en la Comisión de Exteriores. Los grupos reprocharon a ambos tanto las formas, por no haber contado con ellos, por no dar detalles, como el repentino cambio. Ambas acusaciones eran negadas por el Ejecutivo. "No ocultamos nada", decía el jefe de la diplomacia, y España, prometió, "no abandonará" a los saharauis.

Sánchez rehuyó las referencias que PP y ERC le dispararon en la sesión de control con el argumento de que se reserva para su comparecencia en pleno del 30 de marzo. Pero después voló a Ceuta y Melilla, diez meses después del estallido de la ola migratoria, y acompañado de los dos presidentes de las ciudades autónomas —Juan Vivas (PP) y Eduardo de Castro (ex de Cs) sí apoyan la "nueva etapa"—. Allí sí respondió por primera vez a preguntas. Alegó que el pacto con el reino alauí es también la garantía para la "integridad territorial" de Ceuta y Melilla. La seguridad en ambas, insistió, "ha primado" en el trabajo de estos meses para cerrar una crisis que era ya "insostenible".

Sin embargo, ese no era el eje de discusión en Madrid, en la Cámara baja. Era el Sáhara. El acuerdo con Rabat por el que el Gobierno se decanta con nitidez por la propuesta autonomista ofrecida por Marruecos en 2007, al considerarla como la "base más seria, creíble y realista" para la "resolución" del conflicto. El Ejecutivo ha escamoteado en todo este tiempo los detalles de la negociación, hecho por el que le reprendió la oposición severamente, y también Unidas Podemos. Tampoco entró en muchas concreciones este miércoles, aunque sí trascendió, vía 'El País, el contenido íntegro de la carta que Sánchez envió al rey Mohamed VI. No hubo sorpresas, pero al menos se conoció que estaba fechada el 14 de marzo, cuatro días antes de que el Gabinete real marroquí la hiciera pública. Albares utilizó el escrito como prueba de que España no se ha despegado del "marco de la ONU" y de la legalidad internacional.

Por qué ahora

El ministro acudió este miércoles al Congreso con la idea de vender a los grupos los beneficios de la nueva etapa con Rabat, e incluso les afeó que este asunto no fuera el motivo de sus preguntas. El Gobierno ha desplegado en los últimos días un argumentario de difícil digestión, tratando de negar que haya variado de postura. Ningún grupo se lo compró (ni siquiera los morados) y hasta al titular de Exteriores se le escapó el concepto de "cambio" y él mismo y el propio presidente emplearon abiertamente el de "profundización". 

Pero el volantazo ha sido tan sorprendente que ha disparado las especulaciones sobre los compromisos que nuestro ha adquirido con Marruecos y las razones de por qué el conflicto diplomático se cierra precisamente ahora. El Frente Polisario cree que se ha aprovechado la guerra en Ucrania para que pasara más desapercibido. El Gobierno ha llegado a esgrimir justo lo contrario: que con la incertidumbre que ha provocado en Europa la invasión rusa no puede tener tantos frentes abiertos. La realidad es que el momento elegido ha generado aún más desconcierto. Se han acabado los problemas con Rabat, pero la consecuencia directa ha sido el aumento de la tensión con Argelia, que ha llamado a consultas a su embajador en Madrid, Said Moussi. 

Esta reacción parece no preocupar mucho al Ejecutivo, a pesar de que este país es el segundo proveedor de gas de España y de que uno de los grandes debates abiertos en la UE tras el ataque a Ucrania, e incluso antes, por al alza de los precios del gas, es que Europa no puede depender energéticamente de Moscú. Por eso en la política española ha resonado con fuerza la pregunta de cómo el Gobierno se atreve ahora a 'molestar' a Argelia. Lo cierto es que no existe ningún temor a que Argel penalice a España porque es un "suministrador de gas que siempre ha respetado sus contratos". "Es un socio sólido, fiable y estratégico", defendió Albares en el Congreso. La seriedad de Argelia como proveedor de energía es algo que destacan también a este diario fuentes del Polisario.

El Ejecutivo aún no ha aclarado sí avisó previamente a este país de la reconciliación que ha sellado con Marruecos. Pero este miércoles el ministro sí subrayó que no han existido contactos con Alemania, que hace unos meses se plegó de manera similar a los deseos de Rabat de apuntalar su posición sobre el Sáhara, y que tampoco adelantó su plan a EEUU.

"Ustedes están solos"

Pero el Ejecutivo trata de pasar página y ya está volcado en la visita que Albares realizará la semana que viene, el 1 de abril a Rabat, para abordar la nueva relación bilateral y preparar el próximo viaje que, aún sin fecha, el presidente del Gobierno hará a Marruecos. Para esta primera visita, el ministro ya ha pactado con su homólogo, Nasser Burita, los asuntos a tratar: "La normalización completa de las conexiones marítimas" y el operativo de la Operación Paso del Estrecho, y el "restablecimiento, de forma controlada, de la circulación de personas y bienes" entre los dos países. Rabat cerró de manera unilateral las fronteras de Ceuta y Melilla en marzo de 2020, por la pandemia, y no ha permitido su reapertura, a pesar de que la situación sanitaria ha mejorado. España quiere activar, además, "grupos de trabajo" conjuntos para "ir en todas las relaciones más allá de lo que ya existía". Para el Gobierno, es clave el control de los flujos migratorios, la lucha contra el narcotráfico, el yihadismo y el crimen organizado.

Los grupos fueron muy contundentes en sus críticas al giro decidido "unilateralmente" por Sánchez. Acusaron a Albares de "oscurantismo" y "claudicación" (Valentina Martínez Ferro, PP); de "ocultar algo" (Marta Rosique, ERC); de olvidar "los compromisos, las responsabilidad históricas, los derechos humanos y las relaciones humanas con los saharauis" (Aitor Esteban, PNV); de haber sumergido a España en una "triple crisis", con Argelia, el Polisario y con los partidos (Jon Iñarritu, EH Bildu). De no ser "confiable" para un socio clave como Argel y de haberse alineado con un "autócrata", como le recriminó el diputado morado Gerardo Pisarello. La Comisión de Exteriores proyectó una imagen de un PSOE aislado. Ese "ustedes están solos" que le lanzó Rosique. El ministro intentó sobrellevar el chaparrón sin perder la compostura y negó "tajantemente" el giro de 180 grados y que hubiera algún "resorte o cajón escondido". "No ocultamos nada, no estamos yendo contra las resoluciones de la ONU, eso se lo garantizo", remachó.

La Comisión de Exteriores, ciertamente, proyectó una imagen de un PSOE aislado. Ese "ustedes están solos" que le lanzó Rosique. Más pupa aún: "Si hiciéramos ahora mismo una votación a mano alzada, no podría ir a Rabat". "No tiene el respaldo de este Parlamento", convino Esteban. El ministro intentó sobrellevar el chaparrón sin perder la compostura y negó "tajantemente" el giro de 180 grados y que hubiera algún "resorte o cajón escondido". "No ocultamos nada, no estamos yendo contra las resoluciones de la ONU, eso se lo garantizo", remachó.

El Gobierno niega que en el viaje de Albares vaya a hablarse del Sáhara Occidental. Si en algo se incide ahora desde Exteriores es que será el enviado especial de la ONU, Staffan de Mistura, quien deba "plantear una solución mutuamente aceptable" a las partes. El Ejecutivo no admite que su reconocimiento al plan de autonomía marroquí suponga un espaldarazo a Rabat y se limita a apuntar que España quiere dejar de ser "espectador" para tomar "parte activa" en la resolución del contencioso: "La población saharaui en los campamentos también necesita una respuesta". De hecho, el ministro se escudó ayer en que el objetivo del Gobierno ha sido "defender los intereses de España" y poner fin a la crisis. "Si alguien cree que existe una política alternativa", dijo el ministro, para entre otras cuestiones, terminar con las mafias que trafican con seres humanos, "que lo diga".