Mañana, 3 de febrero, se cumplen treinta años de la quema de la Asamblea Regional de Murcia. Un cóctel molotov entró por la ventana de la sala de conferenciantes, en el primer piso, prendiendo las cortinas y convirtiendo el suceso en símbolo de la lucha de los trabajadores que estaban a punto de perder su trabajo en plena crisis industrial

Los expedientes de regulación de empleo de la Empresa Nacional Bazán - actual Navantia- y los cierres de la Sociedad Minera y Metalúrgica Peñarroya España S.A. y Fertilizantes Españoles S.A., fueron el caldo de cultivo perfecto.

"Se perdieron 15.000 empleos, 5.000 directos y 10.000 indirectos", recuerda José Ibarra Bastida, actual delegado comarcal en Cartagena de Comisiones Obreras (CC O O), entonces operario en Bazán. Como historiador, escribió por el 25 aniversario de la quema de la Asamblea ‘Cartagena en Llamas’, un libro que relata el proceso completo de la reconversión industrial que comenzó en 1991. Se llegaron a producir 127 movilizaciones en 180 días en la ciudad portuaria.

La crisis por la reconversión industrial afectó más a la Región que a otros territorios como Galicia y Andalucía

"Sin duda, fue el trance más grande que ha vivido la Comarca de Cartagena desde la Guerra Civil hasta la actualidad", asegura, y añade que produjo un "cambio de ciclo político": el PSOE, que ganaba con mayorías absolutas, pasó a la oposición y desde entonces siempre ha gobernado el PP. La causa, según él, está en que "la reconversión se planteó con criterios estrictamente económicos, no políticos, y Cartagena salió perdiendo". 

En este sentido, señala que otros territorios de España como Galicia y Andalucía tuvieron un "mejor escudo político", por lo que "supieron defenderse". En cambio, "Murcia estaba, como ahora, sin ningún poder en el tablero nacional"

La misma opinión al respecto tiene María Teresa González-Adalid Cabezas, jefa de prensa de la Asamblea Regional de Murcia durante aquellos años (y hasta después de comenzar la actual legislatura): "La reconversión fue una exigencia de Europa, pero no se tuvo en cuenta que afectaría a miles de trabajadores". 

La periodista, ya jubilada, recuerda que en los manifestantes que solían acabar frente al Parlamento regional, como aquel 3 de febrero, eran "vecinos y amigos"

Una "cacería" policial

Tres meses antes del incendio, los mineros de Portmán cercaron el parlamento murciano y no se fueron hasta que el presidente de la Comunidad, Carlos Collado, se comprometió a negociar con la empresa. Fue precisamente para evitar que se volviera a producir un ‘secuestro’, cuando se preparó un operativo policial desde la Delegación del Gobierno «que no se andaba con remilgos», recuerda González-Adalid. 

Tanto fue así, que los sindicatos calificaron de «disparate» y «cacería» la actuación policial de aquel 3 de febrero.

Pese a la dureza del enfrentamiento, se vivieron escenas muy peculiares. "Los manifestantes jugaban en casa, contaban con la simpatía del comercio", relata la periodista. "Muchos recordamos imágenes de policías persiguiendo a sindicalistas y, al darse cuenta de que los conocían, se daban media vuelta". 

Fo2rtuito o provocado

La "batalla campal" que recuerda González-Adalid terminó por la tarde. "Fue a las 17 horas cuando entró un cóctel molotov por la ventana. Menos mal que acababan de retirar una moqueta, si no, las llamas habrían corrido mucho más". 

José Luis Romero de Jódar, delegado sindical de CC OO en aquel año, está "convencido" de que el ataque fue "fortuito", aunque reconoce que puede que "alguien midiera mal" esa "ocurrencia". Tampoco esconde que, gracias a que se "quemó una cortina" los políticos les hicieron caso. "Trascendió la imagen del incendio después de dos años de movilizaciones", insiste el sindicalista. 

Aunque hubo tres detenidos la misma tarde de los incidentes, muchos dudan de su verdadera autoría. González-Adalid lamenta la "campaña de autoinculpación" que se vivió después del fuego: "Había personas dentro del edificio. No lo puedo entender. Puede que algo se te pueda ir de las manos, pero no es un gesto, fue algo muy grave que ahora se está glorificando". 

Romero recuerda que, una vez que pasaron aquellos agitados años, los sindicatos acabaron con la sensación de que las protestas «no sirvieron para evitar los cierres». Sin embargo, «con la perspectiva de los treinta años», ahora considera que las movilizaciones «pusieron la base para una nueva industria productiva en Cartagena, menos contaminante y destructiva que la anterior». 

Al hilo, Romero considera que conseguir que el motor económico de la ciudad sea ahora «la recuperación arqueológica, el turismo, el mar o la propia historia de la zona» tienen que ver directamente con la salida de aquella gran crisis.