Vayamos por partes. Hace unos días, un directivo del sector audiovisual me dijo que le habían invitado a la conferencia de Rodolfo Martín Villa en el hotel Four Seasons de Madrid, ciudad en la que paso unos días. Lo único que recuerdo del exministro es que cada vez que hablaba en público se subía a cada minuto las gafas con el índice. Es la primera charla que ofrece en siete años, desde que fue imputado por una jueza argentina. En la charla, organizada por el 'Foro Nueva Economía', Martín Villa hablaría de memoria, transición y de su imputación. El directivo no podía ir y me dijo que fuera en su lugar.

-¿Seguro? Yo no estoy invitado.

-Sí, hombre, sí. Tú di que vas en mi lugar, ahora te mando mi invitación. No tendrás ningún problema.

Me levanto a las ocho, que la charla es a las nueve y quiero disponer de tiempo por si me ponen impedimentos. Llego al hotel, pregunto, me dicen que suba a la segunda planta. Cuando estoy en el ascensor y la puerta se cierra, aparece una mano contundente que vuelve a abrirla. Entra la otra persona. Los dos solos hacia arriba. Es Esperanza Aguirre.

-¿Ya tiene invitación, usted? - le pregunto con sorna.

Se ríe como diciendo que ella entraría con invitación o sin. Charlamos. Le cuento que soy de Girona.

-Ah, Gerona, qué tierra tan bonita. Lástima que haya allí muchos que no quieren ser españoles.

-Hay de todo, hay de todo.

Realizamos juntos el trayecto hasta la consigna, donde dejamos los abrigos, y después hasta la sala. Le revelo que estoy allí vicariamente, a ver si, llegado el caso, me ayuda a entrar, ella que todo lo puede. Aquí está la puerta de entrada. Ella la cruza como Pedro por su casa. A mí, me paran y me miran indisimuladamente el atuendo. No es extraño: observo a mi alrededor y todo el mundo va de traje y corbata. No solo eso: la mayoría lo coronan con pañuelo a juego, asomando del bolsillo de la chaqueta. Yo llevo jersey, pantalón vaquero que hace cuatro meses que no huele una lavadora y zapatillas deportivas con restos de todo lo que he comido en las barras de los bares de Madrid, desde patatas bravas a boquerones, pasando por zumo de aceituna. Diría que incluso huelen a todo ello.

-Errr… verán, yo no estoy invitado, pero vengo de parte de otro señor que no ha podido y...

-Espere un momento, que voy a buscar un superior (mirada de soslayo a mi aspecto, por cierto sin afeitar desde hace una semana).

-Dígame- me interroga el nuevo portero, supongo que de un grado superior, mirándome de arriba abajo 

Se lo explico.

-Pues lo siento, no podrá usted asistir.

-¿Cómo que no? Avise al organizador del foro.

Llega otro individuo. Me nuevo repaso de arriba abajo con la mirada. Se repite la situación: no puedo entrar. A mi lado, el todo Madrid va entrando. Tras cuatro o cinco nuevos intentos y otros tantos repasos a mi vestuario, me permiten el acceso. Mesas y mesas de invitados. Veo a Mayor Oreja, Esperanza Aguirre, Alfonso Alonso, Adolfo Suárez jr. Y, en fin, a toda la derecha madrileña, derechona diría Umbral. Mira, también Cándido Méndez. Reconozco también a un viejo periodista, fue famoso en su tiempo, tengo el nombre en la punta de la lengua. No hay manera. El hombre está bastante hecho polvo.

-¿Viene usted como invitado o como prensa?, pregunta quien me acompaña al interior, después de echar una ojeada – de nuevo- a mi vestuario.

-¡Por favor! ¡Como invitado! - A estas alturas ya me he venido arriba.

-Mesa 17, aquella de allí.

Caramba, primera fila. Tomo asiento. Un señor y una señora que ya estaban en la mesa, se presentan amablemente.

-Buenos días, me llamo Joaquín Galindo (o algo parecido, uno no es asiduo del foro y se pierde entre tanto nombre)- dice él, estrechándome la mano.

La mujer también me dice su nombre, pero no lo retengo, no sé si he dicho que no soy asiduo al foro. Continúan con su conversación, la cual me da una idea del tipo de gente que me acompaña en este acto.

-Y así, ¿cómo va el sector eléctrico? - le pregunta el caballero a la dama. Como quiera que ésta no tiene aspecto de dependienta de lampistera, me imagino que es de las que contratan a expresidentes del Gobierno.

Al poco rato llega mi acompañante del otro lado, una señora de edad provecta, muy simpática, a quien le cuento que vengo del sector de la prensa y las comunicaciones, lo cual no es del todo falso. Luce una estola de piel que le recojo cuando se le cae y come croisants a dos carrillos. Cuando se da la vuelta para escuchar mejor a Martín Villa, observo que la cremallera de su falda ha cedido por la parte posterior y me muestra la faja de color carne. No me atrevo a advertírselo. Prefiero soportar la visión durante toda la conferencia.

Habla Martín Villa. No se sube las gafas ni una sola vez.

-Hay que ver lo lúcido y bien que está Rodolfo, a su edad- me comenta la señora.

-Y usted que lo diga. Todavía recuerdo verle en la tele en blanco y negro- le respondo, mostrando que sí, que provengo del mundo audiovisual. Termina el acto. Todo el mundo se levanta, se saludan unos a otros con abrazos y palmadas a la espalda, como es típico aquí. Voy a la consigna y me encuentro de nuevo con Esperanza Aguirre, viejos amigos ya. Descendemos juntos otra vez, ahora por las escaleras.

-Ya lo ve, al final he podido entrar.

-Ya veo. No sé si yo te hubiera dejado entrar, tal como vas vestido.