Pablo Casado decidió el jueves centrar su oposición al Gobierno en la figura de Nadia Calviño, una vicepresidenta que se había librado en gran medida hasta ahora del azote del principal partido de la oposición, más volcado en Pedro Sánchez y sus socios "filoetarras" y en la "comunista" Yolanda Díaz. Un encontronazo personal entre Casado y Calviño el pasado miércoles ha llevado al líder del PP a tocar a rebato y pedir a su grupo parlamentario y a los portavoces territoriales que carguen contra la número dos del Ejecutivo. El resultado se puede enumerar: más de 100 preguntas por escrito registradas en el Congreso y la petición al presidente del Gobierno de que la eche del Consejo de Ministros por "defraudadora fiscal".

El origen de este episodio se remonta al miércoles cuando, en la sesión de control al Gobierno, Casado reclamó a Sánchez explicaciones por los escándalos de los menores tutelados en Baleares e hizo referencia a la condena del exmarido de la vicepresidenta de la Comunitat Valenciana, Mònica Oltra, por abusar de una menor tutelada. También fue el día del "¿Qué coño tiene que pasar en España para que usted asuma alguna responsabilidad?". Pocas horas después, Calviño y el líder del PP acudieron a un acto y, en privado, la vicepresidenta recriminó a Casado esos comentarios. "Estoy asqueada por lo que has dicho de los abusos a menores. No puedes sacar en el pleno los casos de los menores", aseguraron fuentes del PP que le dijo la vicepresidenta. El rifirrafe, adelantado por 'El Confidencial', fue completado más tarde por el alcalde de Madrid y portavoz de los populares, José Luis Martínez-Almeida, que reveló que Calviño le dijo que su jefe estaba "desequilibrado".

El hecho de que Almeida y Casado hayan hecho públicas esas conversaciones privadas ha molestado a algunos dirigentes del PP consultados por este diario. "¿Entonces todo lo que diga Casado ahora en privado puede publicarse? Muchas veces nos decimos barbaridades en el fragor de la batalla y no se nos ocurre llegar a ese extremo", se quejaba uno de esos altos cargos, que avisa de que es un antecedente peligroso.

Este viernes, en Galicia, Casado mantuvo la presión sobre la ministra de Economía y rescató una información de 2018 para volver a señalarla. El líder de los conservadores pidió a Sánchez que cumpla con su promesa de no tener en su Gobierno a ninguna persona que haya tenido una sociedad para beneficiarse fiscalmente. Calviño, en este caso, creó Aldael Constructores en el año 2000 y a través de ella adquirió su vivienda. Cuatro años más tarde, se desvinculó de la sociedad al convertirse en directora general con José Luis Rodríguez Zapatero.

Durante el acto, el presidente de los populares tuvo que escuchar la advertencia del líder gallego, Alberto Núñez Feijóo: en su opinión, la "crispación" no aporta nada. "Lo verdaderamente revolucionario es el sosiego, la serenidad", le dijo. Minutos después tomó la palabra Casado y justificó su "oposición dura" y aseguró que tanto Feijóo como Mariano Rajoy la hicieron también antes de llegar a gobernar.

El Gobierno, mientras, acusa al PP de alimentar la crispación y de elevar la tensión. El jueves lo hizo el presidente desde Bruselas (“cuando se pierde el respeto y la educación, se pierde todo”), y horas más tarde desde Madrid, en la declaración de adiós a Manuel Castells, al oponer la política del “respeto”, la “empatía” y el “diálogo” al estilo agresivo de Génova. “Estamos viendo a un señor Casado y a un PP que no reconocerán ni sus propios votantes. No todo vale, no todo suma. La política de oposición de Casado resta a España, a la calidad democrática y al prestigio de nuestras instituciones”, abundó tras el Consejo de Ministros la portavoz, Isabel Rodríguez. Ella hizo un nuevo llamamiento a la "buena política", al "sosiego", al "entendimiento", porque es lo que demanda "la inmensa mayoría de los españoles".

No obstante, en Ferraz y en el Ejecutivo hay división de opiniones. Hay quienes se sorprenden del colmillo de Calviño, que hasta ahora no había aflorado. “Está rumbosa. No le pega, pero ha sido a iniciativa propia y está cada vez más a gusto en su papel político. Mira sus respuestas en el control de los miércoles”, afirma un cargo del partido, que se remite a sus intervenciones de los últimos meses frente a la oposición, en las que ha ganado soltura y cuerpo y cada vez se despega de su rol más técnico. “Es todo rarísimo. No entiendo nada”, añade una ministra que la conoce bien y que ha tenido discrepancias con ella y sabe de su talante duro.

Otros, sin embargo, apuntan que Calviño está “como siempre”, solo que ha ganado protagonismo con los fondos europeos. “Nadia siempre ha sido así, pero siempre ha estado opacada por otros perfiles. Siempre ha sido una persona con un perfil moderado en las formas pero muy social en lo político”, suscribe un alto mando del PSOE.

Otra integrante del Gabinete, de gran peso en él, insiste en que sí "le pega" esa reacción. "Estalló sin pensar. Es observadora y exigente, y pelín mandona. Y le salió... de forma desinhibida y hasta las narices. No olvidemos sus rifirrafes con Yolanda Díaz. En este caso, con Casado, aun teniendo toda la razón, debía haberse contenido". En la Moncloa, por su parte, aseguran que el jefe del PP "pincha en hueso" al querer desgastar a Calviño, cuando ella es intocable ahora mismo para el presidente, y es una "magnífica ministra", "como todo el mundo sabe". En el equipo de la responsable de Economía no quieren dar "continuidad" a la polémica, pero subrayan que "al ser vicepresidenta primera, ella responde tras el presidente". "Eso da más visibilidad que siendo un ministro, pero no ha cambiado de registro”, defienden.

En el Ejecutivo hay quienes admiten el estupor por ver publicada en prensa una conversación privada, porque viola los usos y costumbres de la política. "Lo que se dice sin micros ni cámaras no tiene relevancia política. El tema es que el PP le ha dado publicidad. Yo en privado también le digo muchas cosas [a Casado] , pero es verdad que yo no suelo insultar, criticar sí. Lo que pasa es que Pablo se ha sentido insultado personalmente", apunta otra ministra. Es, en todo caso, una nueva fisura en una relación imposible entre Gobierno y oposición, con Calviño en el centro de la polémica, y eso sí que es un elemento nuevo.