La declaración de guerra llegó por mail. Cuando toda la expectación estaba puesta en conocer los nombres pactados por PSOE y PP para renovar las instituciones, la noche del jueves, un correo incendió la rutina en el ministerio de Trabajo. La vicepresidencia económica informaba en ese mensaje de que las negociaciones de la reforma laboral van a ser coordinadas por Nadia Calviño a partir de ahora. Yolanda Díaz, que en los últimos cinco meses ha dirigido ese diálogo, queda pues, relevada de esa función y en adelante participará como cualquier otro ministerio afectado. El remplazo no es una cuestión menor: la reforma laboral es el proyecto estrella de los morados, la joya de la corona que blindaron por escrito en el acuerdo de coalición, el asunto en el que Díaz se ha volcado en los últimos cinco meses y uno de los pilares de la legislatura.

El mail causó sorpresa y malestar. Trabajo respondió a la vicepresidencia económica con otro correo en el que expresaba su estupor. No hubo respuesta. Ya entrada la noche, una llamada del entorno de Díaz a la Moncloa consiguió pocas explicaciones más. Parecía que Calviño había actuado por su cuenta, sin directrices. A primera hora de la mañana del viernes el ministerio de Economía recibe un segundo mail de Trabajo. Los de Díaz exigen una reunión de la comisión de seguimiento del acuerdo de Gobierno. Pero tampoco reciben respuesta alguna. Es entonces cuando la secretaria general del Unidas Podemos, Ione Belarra, escribe un tuit en el que reclama un encuentro urgente para verificar si se están vulnerando los términos del pacto de coalición. El enfrentamiento entre Díaz y Calviño sale a la luz pública. Es el último choque de muchos y es el más grave.

"No hay intromisión"

El enfrentamiento monopoliza la rueda de prensa de Pedro Sánchez en Bruselas. El presidente desmiente que exista ningún enfrentamiento y argumenta que un proyecto de la envergadura de la reforma laboral implica al menos a cinco ministerios, de modo que es lógico en ese planteamiento que sea la vicepresidencia económica la que pilote la negociación. "No hay intromisión, lo que hay es coordinación", explica, y defiende que todos los departamentos afectados deben estar en el diálogo. No se trata de "inmiscuirse ni de intervenir", dice, sino de "colaborar". Fuentes del ala socialista del Gobierno tratan de restar dramatismo al choque, insisten en la idea de colaboración interdepartamental y aseguran que no hay una estrategia para arrinconar a Díaz y evitar que se lleve los laureles de la reforma laboral.

Tras seguir la comparecencia del presidente, sin embargo, entre los morados ya no hay duda de que la parte socialista del Ejecutivo ha planificado una operación para apartar a Díaz y de que Calviño no ha actuado por su cuenta. "Es un asunto muy grave", sostienen. "¿Qué sucederá el miércoles, en la reunión del diálogo social? ¿Se sentarán cinco ministros para defender la posición del Gobierno?", preguntan. Fuentes de Unidas Podemos recuerdan que, bajo ese prisma de rigurosidad Díaz debería asistir a la negociación de pensiones, o a todas aquellas relativas a transición energética, y que lo mismo sucedería con el ministerio de Igualdad. La pregunta es si sería operativo que todos los ministros se sentasen a la mesa de todas las negociaciones que, de una forma u otra, acaban afectando a sus departamentos.

Palos en las ruedas

Fuentes próximas a Díaz rechazan que haya existido falta de coordinación en estos cinco meses de negociación. Insisten en que Trabajo ha informado al Gobierno de todas las conversaciones relativas a la reforma laboral en este tiempo y aseguran que eso es fácil de probar documentalmente porque esa información se ha compartido por correo. Por ello, descartan que Díaz pueda ser apartada por falta de coordinación y ven otros motivos en que el ala socialista del Gobierno trate de relevarla.

Esgrimen dudas de que Sánchez sea firme en su compromiso de tumbar la reforma laboral y recuerdan que tuvieron que apretar para incluir ese proyecto en el pacto de coalición porque era uno de los elementos de mayor fricción: el PSOE proponía retirar los aspectos más lesivos de la legislación aprobada por el PP, mientras que Unidas Podemos reclama la derogación. En ese origen y de los corsés que Calviño ha ido poniendo a ese asunto en casi dos años de legislatura basan sus temores a un frenazo en la negociación.

El contexto no favorece especialmente esta explicación, sin embargo. El presidente se comprometió en su discurso de clausura del 40º Congreso Federal del PSOE, el domingo pasado, a poner "punto final" a la reforma laboral del PP. Y este mismo viernes volvió a prometer que estará lista antes de final de año, como exige Bruselas, de forma que parece poco plausible que quiera frenarla mientras se compromete en público a aprobarla en cuestión de un mes y medio.

Los motivos del relevo de Díaz al frente de la negociación están abiertos a reflexiones. A nadie se le escapa que la ministra de Trabajo es el miembro del Gobierno mejor valorado por la opinión pública, según el último barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), que está tratando de tejer un proyecto a la izquierda del PSOE, y que la reforma laboral es una gran bandera para ondear en las próximas elecciones.

En lo inmediato, Díaz cierra este sábado el congreso de CCOO, un espacio cómodo para dejar un recado al ala socialista del Gobierno. Mientras, la dirección de Unidas Podemos y la secretaría de Organización del PSOE tratan de cerrar una fecha para la reunión de la comisión de seguimiento del acuerdo de coalición. En todo caso, a pesar de que el choque provoca un enorme malestar entre los morados, los dos socios se ha acostumbrado a convivir en tensión permanente y nadie teme por la continuidad de la alianza.