Hace poco más de un año el buque insignia del independentismo quebequés en Ottawa parecía un partido en vías de extinción, un viejo dinosaurio carcomido por la crisis de liderazgo, las luchas intestinas entre sus facciones y una década de desastrosos resultados electorales. En medio de la tormenta, siete de sus diez diputados en el Parlamento canadiense dimitieron a principios del 2018 en protesta por la obstinación de su líder en promover la secesión de la provincia francófona. Y solo unos meses después, sus aliados del Partido Quebequés se estrellaron en las elecciones regionales con el peor resultado de los últimos 40 años. La suerte parecía echada y el funeral estaba preparado, un desenlace que las elecciones de este lunes se han encargado de desmentir.

Los resultados provisionales dan al Bloque Quebequés de Yves-François Blanchet 32 de los 338 escaños en la cámara baja del Parlamento canadiense, una cifra que triplica las 10 bancadas que obtuvieron en 2015 y les sitúa como tercera fuerza política. Una resurrección en toda regla que permitirá a los separatistas recuperar su relevancia en la capital federal, donde podrían convertirse en uno de los socios del gobierno en minoría de Justin Trudeau que vaticinan las predicciones. Blanchet ya ha dicho que está dispuesto a apoyar tanto al primer ministro como a los conservadores de Andrew Sheer, pero lo hará puntualmente en función de las iniciativas propuestas, sin integrarse en una coalición de gobierno.

El éxito de los independentistas tiene su dosis de misterio, aunque en gran medida se achaca al liderazgo de Blanchet, elegido en enero para reemplazar a la cuestionada Martine Ouellet. Ex ministro regional del Partido Quebequés y conocido comentarista político de la radio pública canadiense, Blanchet aparcó durante la campaña el debate sobre la secesión, consciente del apoyo minoritario que tiene actualmente en las encuestas tras la celebración de dos referéndums fallidos en 1980 y 1995. Solo el 37% de los quebequeses la respalda en estos momentos, según un sondeo de la CBC. “Blanchet dijo que estás no iban a ser unas elecciones plebiscitarias, sino unas elecciones para defender el derecho de Quebec a decidir sobre sus propios asuntos. La independencia no está ahora sobre la mesa”, dice la politóloga de la Universidad de Queen’s, Kathy Brock.

En su lugar se propuso reforzar la autonomía de la región en materias como la inmigración o la fiscalidad, al tiempo que se aliaba sin fisuras con el gobierno regional quebequés de François Legault, un político nacionalista y de centro-derecha, aunque reacio a la independencia. Esas dos posturas se vieron reforzadas con su notable actuación en los debates televisados, que le valieron el respeto del electorado. “Se presentó como un político serio, preparado y respetuoso, pero también directo y fuerte”, asegura Brock. La politóloga sostiene que a los soberanistas suele irles mejor cuando mandan los Liberales en Ottawa porque su agenda tiende a interferir más con el autogobierno de las provincias.

Un ejemplo es la polémica ley de Secularidad aprobada por Legault en Quebec, que prohíbe la exhibición de símbolos religiosos entre los funcionarios de la Administración pública. Respaldada sin fisuras por el Bloque Quebequés, la ley ha sido muy criticada por Trudeau, quien ha sugerido que podría utilizar los tribunales federales para desafiarla por su carácter presuntamente discriminatorio. El primer ministro también ha frenado las intenciones de su predecesor para reabrir el debate constitucional sobre el encaje de la provincia francófona en el Canadá. Entre otras cosas, los independentistas quieren que se reconozca a Quebec como una nación en la Carta Magna.

Las tensiones con el Gobierno de Trudeau han ido acompañadas de crecientes críticas desde otras provincias al reparto fiscal o a los recursos que se dedican a promover el francés. “Existe la sensación de que Quebec y los francófonos están bajo asedió”, ha dicho al ‘National Post’ el analista, Daniel Béland. Esa sensación es siempre la mejor gasolina para el independentismo, que ha resucitado en estas elecciones cuando muchos lo daban por muerto y amortizado.