Día de excepción en Ordizia, localidad en el interior de Guipúzcoa, a poco más de 30 kilómetros de San Sebastián. El brote de covid-19 en el pueblo, originado por uno de sus vecinos que anduvo por Lleida en junio, ha impactado de lleno en el día de las elecciones al Parlamento vasco. La prohibición a la setentena de contagiados de acercarse a los colegios electorales, impidiendo por tanto su derecho fundamental al voto, ha causado disparidad de opiniones en la población.

En el frontón del pueblo, el ayuntamiento ha habilitado uno de los cuatro colegios electorales. Este es con carpas. Y como todos, en la entrada se divide a los electores en cuatro carriles, cada uno con su color. Tres, azules cielo, amarillo y verde, marcan áreas geográficas de Ordizia. El cuarto, color rojo, es exclusivo, y aislado, para mayores de 65 años y mujeres embarazadas.

En una escuela de la calle Samperio, Sagrario acude a votar. Es una de las confinadas y tiene un hijo contagiado, con síntomas leves. Vino de Alemania, se cruzó media Europa en coche y nadie le dijo nada. Y llegó y salió con los amigos como si no hubiera mañana, asevera. Es horrible lo que han hecho. Mi hijo estaría aquí votando, afirma indignada. El ayuntamiento recomendó que aquellos que hubieran dado negativo en las pruebas PCR, pero que estuvieran confinadas, votaran en determinadas franjas horaris. Las pruebas se realizan en el Parque de Barrena, también bajo carpas, y a escasos 50 metros del frontón.

EL COLOR DEL CRISTAL

La variabilidad de la opinión en función del color del cristal con que se mira el tema es de máxima aplicación en Ordizia. Arantxa, una persona mayor que anda ayudada con muletas, está plenmente de acuerdo con la prohibición de votar a los contagiados. Es el mal menor porque si vienen ellos nos contagian a todos, exclama y reconoce que en el pueblo hay temor.

Aitor y Ana acuden con sus hijas adolescentes a votar. Una lo hace y la otra se queda fuera con la madre. Ella considera que el veto es lo normal, pero que se tendría que haber habilitado una forma de voto para los contagiados". Para Aitor, que la población pueda votar es lo normal. A ver, si podemos ir de terrazas o que los bares estén abiertos hasta las cuatro de la mañana, hay que poder votar, asevera repitiendo, quizá sin saber, el razonamiento del presidente del PNV, Andoni Ortuzar, para rebatir las quejas y denuncias de EH Bildu. Sobre todo las del alcalde Adur Ezenarro. "Con todo, esto puede ir bien, porque a final de julio vienen las fiestas de Ordizia, y los jóvenes ya estaban preparando festivales", apunta Aitor y su hija, la que no votó, pero que le debe de faltar poco para ello, asiente con una sonrisa.

A mediodía apenas había votado el 20% de la población. La participación total fue en el 2016 del 67,27%.