Ya hay fecha para la primera reunión entre gobiernos. Será el miércoles 26. El mero hecho de establecerla ha costado lo suficiente como para entender la complejidad que rodeará esta negociación de la que, además, nadie espera ningún resultado a corto plazo. La parte catalana, por si fuera poco, acudirá con un extraño paisaje de fondo: profunda división entre JxCat y ERC, en el campo de las formas y las lealtades, pero coincidencia en el fondo, con la exigencia de la amnistía de los presos y autodeterminación.

Concertar la cita fue un episodio delirante y rocambolesco. Torra envió a primera hora de ayer una carta a Sánchez en la que manifestaba no poder acudir el lunes 24, como el Gobierno había propuesto, por motivos de agenda de «carácter personal». Ofrecía cinco alternativas. El presidente respondió con otra misiva, en la que aceptaba la fecha del 26. La carta llegó a los medios de comunicación pero tardó tres horas en «llegar» a Palau.

El alambicado proceso de elección de la fecha revela la enorme tensión que rodea al encuentro. Entre JxCat y Sánchez, y entre los posconvergentes y ERC. Una reunión mantenida por Torra y el vicepresident, Pere Aragonès (ERC) con «desencuentro», según algunas fuentes. Los posconvergentes reprocharon con ironia a Aragonés que en la víspera calificara de «detallitos» la polémica del mediador.

El choque de ayer da continuidad al vivido en la cumbre independentistas (partidos y entidades) del lunes en la que ambas fuerzas fueron a la greña por la filtración de la celebración del cónclave. Por todo ello, está todavía por definir la composición de la parte catalana en la mesa. Son variopintos los motivos de reproche entre unos y otros y que tienen como objetivo el desgaste electoral ajeno. El más reciente es que los republicanos y el PSOE acordaran poner una fecha para obligar a Torra a salir de la madriguera en la que se había pertrechado, según ambas fuerzas progresistas, aventando la figura del mediador para dilatar el inicio de la mesa de negociación. Esta maniobra fue entendida por Torra como una nueva deslealtad y, por ERC, casi como un recurso para evitar que la mesa de negociación entre gobiernos sobre el conflicto catalán se fuera al traste. Uno de los implicados en las negociaciones de estas últimas horas, por JxCat, resume la posición posconvergente: «Lo sucedido ayer es para echar a ERC del Govern.

MOMENTO CERO / Pero al tiempo que ocurre todo esto, también hay unidad estratégica. En la misiva en la que Torra ofrece cinco fechas alternativas al lunes (inhábil por motivos personales del president) se anuncian los contenidos que la Generalitat propone: la exigencia de un mediador internacional, el reconocimiento del ejercicio de autodeterminación y la petición de amnistía para los presos.

A todo esto, Pedro Sánchez aseguró desde Bruselas que acudirá «con el mejor de los espíritus, la mejor de las disposiciones y con una voluntad de transparencia absoluta» aunque entiende que Quim Torra «tenga sus dificultades y a lo mejor no le guste el formato de la reunión», informa Silvia Martínez. Antes, en la misiva de respuesta a Torra, el jefe del Ejecutivo había señalado que mantiene el compromiso de «recomenzar» el diálogo «en el momento en el que los caminos se separaron y las razones dejaron de escucharse».