La irrupción de Íñigo Errejón ya ha causado dos efectos innegables a corto plazo. El primero afecta a las encuestas publicadas hasta la fecha. Pueden tirar a la basura esas proyecciones de votos y escaños, han caducado más rápido que una oferta para formar un Gobierno de coalición. El segundo se refiere a la propia convocatoria del 10-N. Ya no será exactamente una repetición de los comicios de abril, especialmente para la izquierda, porque, como cantaban los Eagles, hay un chico nuevo en la ciudad.

En el medio y largo plazo ya no está tan claro cuál puede ser el impacto real de la llegada de Errejón. Habrá que comprobar cuál es el espacio efectivo donde podrá competir. Los primeros sondeos tras la convocatoria electoral nos habían dejado una intrigante paradoja: los votantes andan enfadados y decepcionados, pero también bastante más dispuestos a ir a votar lo mismo de cuanto muchos anticipaban.

Solo Ciudadanos parece presentar severos problemas de infidelidad de sus electores y trasvases relevantes, tanto a su derecha como a su izquierda. Populares y socialistas retienen a siete de cada 10 votantes y los morados, a ocho de cada 10.

No resulta tan obvio que realmente exista ese nicho suficiente de electores de izquierda decepcionados que tantos dan por supuesto. De hecho, en las elecciones madrileñas, Más Madrid no superó ni el listón del 15% exigido para formar grupo propio en el Congreso.

Otra incógnita relevante se refiere al tono y al relato de la campaña. Será interesante comprobar si la entrada de un nuevo jugador, que ha hecho del tono amable su marca y no estuvo en el tóxico juego de la investidura, sirve para romper la dinámica de reproches adonde parecían inexorablemente conducidos el insomne Pedro Sánchez y el engañado Pablo Iglesias, embarcados desde el primer día en una contienda al estilo de las canciones del dúo Pimpinela y sus peleas de pareja destrozada por los celos y las traiciones.

El malo es el otro

Aunque también pudiera ser que la entrada de un tercer competidor agudice las tensiones y la virulencia de una contienda centrada en acreditar que el malo es el otro. La excitación de los troles oliendo la sangre en las redes sociales al conocerse la noticia no presagia nada bueno. De momento, la novedad es la noticia y nadie quiere perder comba. Los socialistas se relamen tranquilos, pensando que el problema lo tiene Unidas Podemos y que, en todo caso, ellos han ganado un socio en otra hipotética investidura. Iglesias ya trata de emplearlo para cohesionar más a los suyos señalándolo como la marca blanca del PSOE.

La derecha observa en la distancia, aunque se intuye que asisten divertidos a un espectáculo que confían acabe como su propio trío en abril y divida el voto de la izquierda. Demasiadas expectativas puestas en el chico nuevo y poco tiempo para satisfacerlas. Lo que dure la novedad. Ya lo avisan los Eagles: todos hablan de ti y todos te quieren, hasta que llega el siguiente chico nuevo a la ciudad.