Manuel Valls, el ex primer ministro francés, el mismo que años antes desde Cataluña se había exhibido con orgullo por su condición de catalán, llegó a Barcelona a iniciativa de Sociedad Civil Catalana para oponerse a la deriva unilateral que emprendió el secesionismo en septiembre-octubre del 2017, convirtiéndose en uno de los principales personajes internacionales que denunciaba los riesgos y los excesos del independentismo.

Aprovechando su bagaje previo en Francia y sus raíces barcelonesas, algunas personas preocupadas porque el independentismo pudiera conquistar Barcelona empezaron a plantear la posibilidad de que Valls encabezase una candidatura a la alcaldía.

Ciudadanos, al corriente de los movimientos, rápidamente se apropió de la iniciativa y le ofreció encabezar su lista. No era exactamente lo que estaba previsto, pero la oferta naranja garantizaba recursos, organización y posibilidad de participar en los debates electorales, entre otros. Pero Valls no apostaba por una candidatura de partido, sino por una más amplia e ideológicamente diversa que uniese a constitucionalistas de precedencia diversa.

Y así lo hizo, aunque no tanto como hubiese querido, incorporando a Eva Parera, procedente de Unidos para Avanzar, recabando el apoyo de Libres o sumando al histórico (ex)socialista Celestino Corbacho. Sin embargo, no pudo sustraerse a la influencia de Cs, que no solo decidió algunos candidatos, sino que interfirió en la estrategia catalanista diseñada por Valls y le generó notables contradicciones internas, en especial a raíz de la manifestación de la plaza Colón de Madrid y de la foto con Vox, la extrema derecha a la que tanto ha combatido y que junto con el independentismo constituye su otra línea roja.

Proyecto autónomo

Que Valls está incómodo con Cs es un secreto a voces; en la campaña solo se le ha visto con Inés Arrimadas, como también lo está Ciudadanoss con Valls, de quien no ha obtenido todo el rédito que esperaba. Los resultados electorales no han estado a la altura de las expectativas, pero paradójicamente esos resultados pueden dar a Valls la oportunidad de marcar perfil propio, recuperar un proyecto que nació autónomo y dar cumplimiento al compromiso que lo llevó a Barcelona, evitar que la ciudad cayera en manos del independentismo.

Fiel a su palabra, ha ofrecido sus votos sin condiciones para la formación de un gobierno municipal integrado por socialistas y comuns, lo que obviamente no es su escenario ideal, pero sí, teniendo en cuenta las circunstancias, el que considera menos malo. La operación no cuenta con el aval de Cs, pero podría prosperar sin su concurso solo con los votos de Valls, Parera y Corbacho, pese a la voluntad de mantener la integridad del grupo municipal.

Aplicando su criterio y en un ejercicio de responsabilidad bastante inédito en estas latitudes, Valls ha movido ficha. La pelota está en el tejado de Ada Colau, que tiene derecho a decidir si gobierna pensando en los intereses de los barceloneses o si lo supedita a los intereses del independentismo.