Podrían ser muchas cosas: que fuese despecho o que Saud al Qahtani estuviese enfadado con Khashoggi porque este rechazaba sus invitaciones. En los últimos meses, ambos, el consejero de la familia real saudí y mano derecha del príncipe heredero, y el periodista crítico habían hablado en varias ocasiones por teléfono. Qahtani invitaba a Khashoggi de vuelta a Arabia Saudí, a casa. El periodista no se fiaba.

«Le ofrecía un trabajo como asesor del rey. Qahtani, además, le decía de forma muy educada que aún era muy respetado en Riad -explica a la prensa un amigo del periodista-. Pero, entonces, Jamal decía: «¿Se cree que volveré para que me meta en la cárcel?».

Khashoggi, por supuesto, nunca volvió a su país; sí que lo haría, sin embargo, al consulado saudí de Estambul. Y allí dentro pasaría la historia que todos conocemos: sería asesinado por un grupo de 15 hombres enviados ese mismo 2 de octubre desde Riad. Arabia Saudí asegura que actuaron por su cuenta y sin autorización. Turquía lo niega. El mundo lo duda.

Y uno de los motivos es el propio Qahtani: la mano derecha de Mohamed bin Salmán estuvo -aunque de forma virtual- presente ese día en el consulado, según han dicho varias fuentes anónimas a la agencia Reuters. Explican que Khashoggi fue llevado a una habitación, donde una televisión conectada a través de Skype le estaba esperando. Al otro lado de la conexión, desde Riad, estaba Qahtani, que empezó a insultar al periodista. Khashoggi contestó y, entonces, entre insultos, supuestamente, Qahtani acabó por explotar: «Traedme la cabeza de ese perro», dijo. Los 15 hombres saltaron sobre el periodista. Las versiones saudís dicen que fue asesinado en una pelea o estrangulado. La turca, que fue descuartizado vivo por uno de los integrantes del grupo, de profesión médico forense. Lo que es seguro es que Khashoggi está muerto.

Según estas fuentes, el mismo Recep Tayyip Erdogan tiene pruebas audiovisuales de todo ello y, también, de la participación virtual de Qahtani en el asesinato. Han sido supuestamente entregadas a la directora de la CIA, Gina Haspel, que ha estado en Turquía esta semana. «Todas las pruebas demuestran que fue algo premeditado», dice Erdogan, que el martes habló por teléfono con Mohamed bin Salmán. Este último, precisamente, habló ayer por primera vez del caso. «Es muy doloroso, es un crimen odioso y la justicia prevalecerá por encima de todo», aseguró.

Las investigaciones continúan con dificultades. Ayer, la policía turca quiso inspeccionar el interior de un pozo dentro del consulado. Arabia Saudí negó el acceso. A Saud al Qahtani se le supone como el artífice del secuestro del primer ministro libanés, Saad Hariri.

El rey saudí, Salmán Bin Abdulaziz, ha destituido a Qahtani de su puesto y los expertos creen que será quien pague por todo. Pero Qahtani, en sus propias palabras, nunca actuaría sin el beneplácito de su amo. «¿Creéis que tomo decisiones sin ser guiado? Soy un fiel ejecutor de las órdenes de mi señor el rey y mi señor el príncipe», escribió en Twitter.