El Gobierno ha tomado conciencia de que en el camino incierto que queda hasta las elecciones generales vivirá un asedio permanente de quienes intentan derribarlo a golpe de presunto escándalo. Después de tres semanas negras, el Ejecutivo ha llegado a la conclusión que no habrá tregua alguna en la ofensiva y que la única táctica válida en este contexto de ataques permanentes es intentar resistir todo lo posible. El Gabinete de Pedro Sánchez lo intuyó con el caso de las conversaciones de la ministra de Justicia, Dolores Delgado, y ratificó su impresión ayer, cuando se desveló que el titular de Ciencia, Pedro Duque, tiene dos viviendas a nombre de una sociedad interpuesta. «No hay un solo día de tranquilidad, en el que nos podamos centrar en nuestras medidas», explican en el entorno del líder socialista. En medio de la ola de crispación, mañana se publicarán los sueldos de 1.500 altos cargos del Gobierno socialista y del de Mariano Rajoy, en un intento de mejorar la transparencia.

Es una medida mínima incapaz de frenar la sensación de asedio. A pesar de que el Ejecutivo rechazó cualquier tentación de forzar una nueva dimisión (sería la tercera, tras las de Màxim Huerta y Carmen Montón) y trató de salir al paso con la comparecencia inmediata del astronauta, que negó haberse ahorrado impuestos con la operación, fuentes de la Moncloa admiten que la necesidad de responder a los incendios diarios dificulta la definición de una estrategia de legislatura.

El Gobierno encara el resto del mandato con el convencimiento de que el ataque continuará desde todos los frentes: el político, con la durísima oposición de PP y Ciudadanos, que reclaman sin pausa elecciones inmediatas; el mediático, y el de los «chantajes», como las grabaciones de Delgado llevadas a cabo por el excomisario José Manuel Villarejo, en prisión provisional.

En la Moncloa creen que este es el momento más intenso del bombardeo. Admiten que los ataques a Delgado y Duque han despertado cierto nerviosismo entre los ministros e intentan evitar que se generalice. Desde Nueva York, donde participa en la Asamblea General de la ONU, Sánchez rehusó hablar sobre Duque. Concedió solo una sonrisa y un guiño, informa Idoya Noain.

Pese a la campaña de asedio, el presidente da por hecho que podrá presentar los Presupuestos para el 2019, pero quizá con matices sustantivos. Si no logra sacar adelante su senda de déficit, será con la que dejó Rajoy. «Si estamos obligados a presentar un borrador con antiguos compromisos, lo haremos», señaló. En todo caso, descartó que asumir los objetivos fijados por su predecesor sea motivo para hacer caer al Gobierno. «Nuestros potenciales aliados lo entienden», aseguró.

El Ejecutivo considera que es lógico que los socios que le apoyaron en la moción de censura de desmarquen en casos polémicos, como hizo Pablo Iglesias en respuesta a las conversaciones de Delgado con Villarejo. Entienden que son discursos dirigidos a sus propios electorados, pero que no cuestionan el clima de cooperación entre PSOE y Podemos que está resultando especialmente productivo.

Enfrente, PP y Ciudadanos redoblan la presión. La caída de Montón, la tesis de Sánchez, las bombas vendidas a Arabia Saudí, Delgado y ahora, Duque, han nutrido sus ataques en las tres últimas semanas. Ayer, ambas fuerzas exigieron la comparecencia del ministro de Ciencia. Si no se compromete a dar explicaciones antes del jueves, le preguntarán en la sesión de control por la situación de sus viviendas, desvelada por ‘OkDiario’, aunque teóricamente no pueden hacerlo porque ya tienen otras preguntas registradas.

FECHAS POSIBLES / En este contexto de asedio, parte del Gobierno empieza a sopesar la conveniencia de que Sánchez adelante las elecciones. El presidente mantiene su objetivo de convocarlas en el 2020, pero ayer abrió la puerta a un anticipo: «Si los partidos políticos priorizan el conflicto, game over, habrá elecciones». Cada vez hay más voces en el Ejecutivo y en el PSOE que sugieren que es mejor no estirar la legislatura. Algunos de sus colaboradores se inclinan por llamar a las urnas este año. Otros, en mayo del 2019.

El líder del PSOE sopesa estas posibilidades con un grupo muy reducido. Su jefe de gabinete, Iván Redondo; el ministro de Fomento, José Luis Ábalos, y pocos más. Pero la decisión, en última instancia, es solo suya. «Él es como el conejito de Duracell -explica un líder territorial socialista cercano a Sánchez-. Tiene una enorme capacidad para aguantar. Y hasta ahora, le ha ido bien».