En 1823, en los bosques de Luisiana, el grupo de tramperos que guiaba el explorador Hugh Glass sufre un ataque de indios arikara. Unos pocos consiguen escapar, pero en su huida Glass es atacado por oso grizzli, que le deja gravemente herido. Sus compañeros, convencidos de que está mortalmente herido le abandonan a su suerte en el bosque. Sin embargo, pese a sus heridas, Glass sobrevive y regresa para vengarse.

Su epopeya, llevada dos veces al cine, la última con Leonardo Di Caprio en ‘El renacido’, puede servir de metáfora al recorrido político de Sánchez. Tanto es así, que la frase que un compañero le dice al trampero en su agonía podía ponerse en boca de buena parte de la cúpula del PSOE cuando Sánchez se plantó en el "no es no" a la investidura de Rajoy.

“¿A qué te estás aferrando, Glass? Sabes, sería mejor que exhalaras tu último aliento ahora... para todos nosotros... Has sido muy valiente. Eso es admirable. Pero te lo suplico. Nos vas a matar a todos”.

‘Herido’ en sendas derrotas electorales, ‘apuñalado’ por sus compañeros y dado por muerto tras la crisis que le expulsó de la cúpula del PSOE en octubre del 2016, el líder socialista ha regresado y logra, mediante una audaz moción de censura, alcanzar la presidencia del Gobierno.

Sánchez (Madrid, 1972) llegó a ser secretario general del PSOE en tiempo récord. Cuando empezó a sonar su nombre, dentro y fuera del partido, se supuso que era porque quería entrar en la ejecutiva federal. Sánchez era diputado, pero había logrado escaño en el Congreso de rebote. Dos veces. Una por la salida de Pedro Solbes y otra por la de Cristina Narbona. No se había labrado ningún apoyo, no llevaba una carrera de fondo en el partido, solo había trabajado como fontanero a la sombra de José Blanco. Pero consiguió ser aupado hasta lo más alto del PSOE en julio del 2014 por la poderosa federación andaluza de Susana Díaz.

Meses antes, la presidenta de la Junta se había hecho ilusiones con relevar a Alfredo Pérez Rubalcaba y dar el salto a Madrid. Todo estaba preparado para encumbrarla. Sin embargo, Eduardo Madina defendió sus aspiraciones y pidió que la elección se abriera a los militantes de forma directa. Díaz no se atrevió a presentarse y sus compañeros andaluces también creyeron que era mejor que se quedara en el Palacio de Santa Justa para no dañar al partido en esa autonomía. La política andaluza dio un paso atrás, pero en vez de ceder espacio a Madina se fijó en Sánchez, al que consideró más manejable que al político vasco. Díaz puso en marcha la operación con la ayuda de los barones de la Comunitat Valenciana, Madrid y Cataluña. Claramente infravaloraron el poderío de Sánchez y su capacidad de resistencia.

LAS PRIMERAS PULLAS, A LOS TRES MESES

La relación empezó a torcerse muy pronto; apenas tres meses después de ayudarle a ser elegido la dirigente empezó a lanzarle las primeras pullas y a cuestionar sus opiniones. Quería dejar claro que quien mandaba en el PSOE realmente era ella, algo con lo que él no tragó. Él era el secretario general y él tomaba las decisiones: decapitó a Tomás Gómez en Madrid, fichó a Irene Lozano de UPD, defendió tender puentes con Cataluña…

Bajo el corto mandato de Sánchez (26 meses) el partido recuperó poder autonómico, aunque los resultados de las dos generales a las que se ha presentado contra Mariano Rajoy no le acompañaron. Con él al frente, el PSOE ha obtenido los dos peores resultados de la historia: 90 diputados en diciembre y 85 en junio.

Díaz quiso firmar la sentencia de Sánchez después de las elecciones del invierno pasado y ella y los barones afines amagaron con un congreso en ese momento. Lo aplazaron porque pensaron que antes tocaba “pensar en España”, una expresión que la política andaluza ha repetido estos días.

GANAR TIEMPO

Ante el envite, Sánchez empezó a poner en marcha su estrategia de ganar tiempo. Tras los comicios de diciembre y después de que Mariano Rajoy declinase formar Gobierno, inició una negociación con Ciudadanos y Podemos para lograr ser investido presidente. Estuvo cerca de conseguirlo. Una parte de la formación morada encabezada por Iñigo Errejón no veía mal la abstención para desbancar al PP de la Moncloa. No se impuso. Las elecciones se repitieron y, pese a perder 5 escaños, Sánchez trató de imponer el relato de que Podemos no había logrado el 'sorpasso'. Además, se plantó en el “no es no” a Rajoy pese a una feroz campaña de presión política y mediática.

En el funesto fin de semana de octubre del 2016, Sánchez fue finalmente desplazado del liderazgo de su partido. No obstante, no se rindió. Se echó a la carretera, a trabajar la base local de su partido. Pocos meses más tarde, en mayo del 2017, Sánchez se imponía a su gran rival, Susana Díaz, en una primarias socialistas que gana de forma incontestable.

Sánchez se mostró un aliado fiel a Rajoy ante el desafío independentista en Catalunya y apoyó sin fisuras la aplicación del 155. No obstante, en los últimos meses, el ascenso demoscópico de Ciudadanos y de su líder, Albert Rivera, le habían desplazado de la escena mediática. Pero eso fue hasta la sentencia de la Gürtel. La contundencia de las condenas le llevó a presentar, en un movimiento que pilló por sorpresa a todo el espectro político, una moción de censura que, conforme pasaron los días, fue tomando fuerza hasta lograr la caída de Rajoy.