Por las señales que emite desde Bruselas, Carles Puigdemont parece estar cada vez más perdido en un inmenso laberinto en el que cuando no se golpea con una pared se estrella contra otra. Pese a que han pasado días suficientes para analizar con la perspectiva necesaria el esperpento del llamado procés que él mismo lideró, y pese a que ya es vox populi que el dirigente se vio obligado a declarar la artificial independencia de Cataluña por puro agotamiento, él continúa con su huida hacia adelante («yo soy el presidente legítimo de Cataluña)» sin asumir que, por momentos, recuerda a aquella mosca que quedó atrapada en una botella.

No debe ser fácil para Puigdemont tratar de mantener el protagonismo en la precampaña a tantos kilómetros de distancia. Sabe bien que su futuro político inmediato pasa por seguir bajo los focos, ora recibiendo visitas de acólitos y miembros de grupos que aún creen en él, ora concediendo entrevistas a diestro y siniestro; y cuando estas escasean, tirando de Twitter. Cualquier vía es buena para lanzar mensajes que le mantenga en el candelero, incluidos los contradictorios.

De hecho, el candidato de la plataforma JxCat a las autonómicas del 21-D matizó ayer sus críticas a la Unión Europea, a la que el fin de semana había calificado, en una entrevista, de «club de países decadentes y obsolescentes». En dos tuits, el exmandatario secesionista afirmó que «el catalanismo es indudablemente europeísta» y aseguró que siempre lo ha sido y que lo seguirá siendo en el futuro.

El expresidente, quien en palabras a una televisión israelí también planteó el domingo la posibilidad de que los catalanes se pronunciaran en referéndum sobre su pertenencia o no a la UE, es decir, proponiendo un posible catexit, hizo saber ayer vía Twitter que lo que quiere es una Europa «más integrada, más próspera, más democrática y más comprometida», y pidió conjurarse para mantener vivos estos valores. «El caso catalán es una oportunidad para avanzar hacia una Unión Europea más fuerte donde la ciudadanía tenga cada vez más poder de decisión y los Estados tengan menos», escribió. Como además tuvo tiempo para conceder una nueva entrevista, esta vez a el periódico digital El Nacional, el presidente depuesto afirmó también que, por su parte, no renuncia a la «vía unilateral» para convertir definitivamente a Cataluña en una república, aunque, eso sí, da prioridad a la «negociación y al diálogo». «Si el Estado renuncia a la unilateralidad -en referencia a la aplicación del artículo 155-, entonces se podrá hablar «en otros términos».

Asimismo, dando otra revuelta en su particular laberinto, consideró que la declaración unilateral de independencia realizada en el Parlamento catalán el pasado 27 de octubre «no ha sido desautorizada por nadie» y que el resultado del referéndum 1-O continúa «vigente».

DIPUTADO O PRESIDENTE / Y en este contexto, apuntó que el 21-D los catalanes «podrán defender la legitimidad de la república, le pese a quien le pese». El número uno de la lista Junts per Catalunya añadió que, si sale elegido diputado, tomará posesión del escaño, pero en cambio comentó que no tiene decidido si tomará posesión del cargo si es investido presidente.

Como al igual que las desgracias, las contradicciones nunca vienen solas, la secretaria general de Esquerra Republicana (ERC), Marta Rovira, defendió ayer que su partido es «eurocrítico», pero no «euroescéptico», y añadió que es una formación que no se opone «nunca» a las urnas, por lo que tampoco lo haría a un referéndum sobre la permanencia en la UE, dando aire así a la posibilidad del catexit, insinuado por Puigdemont el domingo en la tele israelí. «Queremos formar parte de otra UE, no salir de ella. No sé si se tendrá que hacer un referéndum o no. En cualquier caso nosotros, no nos oponemos nunca a las urnas», afirmó la dirigente señalada por el líder de la formación, Oriol Junqueras -ahora en prisión preventiva-, como su delfina.

Sin embargo, el portavoz de los republicanos, Sergi Sabrià, aseveró después en rueda de prensa que «no es necesario» llevar a cabo un referéndum en Cataluña para una eventual salida de la Unión Europea, porque «la sociedad catalana es europeísta, como lo es ERC».