La anécdota viajó 10.000 kilómetros de vuelta y está guardada en esa intrahistoria de Podemos que no siempre se cuenta pero que ofrece muchas pistas para comprender los desafíos a los que se enfrenta el partido. Cuando Manuela Carmena viajó a Buenos Aires en agosto del 2015, recién elegida alcaldesa de Madrid, la recibió la entonces presidenta argentina, Cristina Fernández de Kirchner, que le abrió la Casa Rosada. Fascinada por el auge del podemismo, le preguntó: «¿Y cómo están los chicos?». «¿Qué chicos?», respondió Carmena. «¿Quiénes van a ser? ¡Pablo e Íñigo!», aclaró Kirchner. «Ah, no lo sé, apenas tengo contacto con ellos», adujo con indiferencia la alcaldesa. La conversación dejó a Kirchner de una pieza, pero se ocupó de que la charla llegase a Madrid para que en Podemos tuviesen claro el desapego que la edila muestra hacia el partido que aupó su candidatura como independiente al consistorio.

La dirección de Podemos dio por sentado desde entonces que Carmena no les apoyaría en las campañas de las elecciones generales y empezó a prever lo complicado de relevar a una figura tan simbólica al frente del ayuntamiento con mayor poder político de España. La alcaldesa mantiene firme su promesa electoral de no presentarse a los comicios del 2019. A mitad de su mandato, explica a su entorno, está hastiada de los conflictos estériles que estallan con frecuencia entre las diferentes familias podemistas presentes en el ayuntamiento y ha llegado a amenazar con dimitir en varias ocasiones. Dice que está desilusionada y que se siente sola luchando contra regidores inexpertos que cruzan los sables a la mínima discrepancia.

Pero Carmena no cree en los partidos políticos, ni en las etiquetas ideológicas, sino en la eficacia de la gestión. De ahí su capacidad de mantener relaciones de amistad con dirigentes de fuerzas políticas distintas a la que la llevó al cargo. A dos años de las elecciones, su puesto no tiene recambio. El único perfil con nombre propio tras la alcaldesa es la portavoz de la corporación, la errejonista Rita Maestre, pero su juventud (29 años) y su escasa experiencia institucional la descartan: Podemos sabe que necesita a alguien con más trayectoria y ella misma niega que vaya a dirigir el ayuntamiento.

Tras la asamblea ciudadana de Vistalegre 2, el podemismo madrileño se llenó de informaciones y desmentidos sobre el regreso de Juan Carlos Monedero para ocupar la silla de Carmena. El fundador del partido se había puesto a disposición de Iglesias en las primarias de Podemos en Madrid, en noviembre. La sugerencia no prosperó entonces y, aunque en Podemos son especialistas en dobles mortales hacia atrás, el pablismo niega que vaya a postular a Monedero a la alcaldía. ¿Quién entonces? No hay más nombres. Carmena se compromete a supervisar su relevo, pero si tiene a alguien en mente, no lo ha dicho.

El partido busca candidato con magnetismo para ganar, alguien quien, como la acaldesa, amalgame voto más allá de las etiquetas ideológicas de la izquierda. ¿Tiene Podemos grandes perfiles así? Íñigo Errejón queda descartado -pactó con Iglesias postularse como candidato a la Comunidad de Madrid- y además el desafío incluye otra incógnita: quién será rival en el PP.

La delicada situación de Esperanza Aguirre dificulta que pueda repetir en el 2019 como candidata, hecho que nadie se atreve a vaticinar si es bueno o malo para Podemos. A fin de cuentas, admiten, Carmena ganó en el 2015 beneficiada por su antagonismo con la agresividad de Aguirre.