Pablo Iglesias e Íñigo Errejón decidieron darse una tregua por Navidad para poder reflexionar con calma sobre el futuro inmediato de Podemos y se emplazaron a una reunión después de fiestas. Según ha podido constatar este diario, querían hacer un intento -quizá el último- de alcanzar un pacto que saben remoto pero que ambos dicen anhelar para ir juntos al congreso del partido, Vistalegre II, que se celebrará el próximo mes de febrero.

Los dirigentes quedaron en establecer este compás de espera tras hacerse público el resultado del referéndum interno, el pasado 22 de diciembre. Pero la paz interna comprometida ha estallado por los aires y el terreno precongresual está más embarrado de lo que nadie se atrevía a vaticinar, en gran medida, por los nervios desatados y el clima de incertidumbre que reina desde que se conoció el resultado de la consulta precisamente el día de la lotería.

Esta votación decidía las reglas de juego para el cónclave estatal, pero evidenció ante todo que Pablo Iglesias tiene a la mitad del partido en contra e hizo visible la creciente influencia de Íñigo Errejón, que hasta entonces era más una intuición que un dato constatado. El secretario general logró imponerse por dos puntos porcentuales de los votos, pero el margen era tan escaso a las puertas del congreso estatal que las alarmas empezaron a sonar entre sus afines. De hecho, la denominada tregua navideña ni llegó a Navidad. En los cuatro últimos días las grandes familias moradas se han ido enredando en un cruce de acusaciones que aleja, todavía más, las posibilidades de un acuerdo que integre a las dos almas con igualdad.

La espita saltó el viernes por la noche, cuando la dirección madrileña, con el pablista Ramón Espinar al frente, decidió fulminar al portavoz de la Asamblea de Madrid, José Manuel López, afín a las tesis de Errejón. El secretario político de la formación lamentó a través de su cuenta en Twitter una destitución que era una amenaza velada desde hacía meses pero que difícilmente le encajaba en un contexto de tregua.

El armisticio quedó así dinamitado: el entorno pablista inició una campaña en las redes sociales con el hashtag #ÍñigoAsíNo, en la que le criticaba que hubiera expresado su malestar por el cese de José Manuel López en público. Consideran los pablistas que esa opinión de Errejón supone un riesgo para la «unidad» de Podemos y que deteriora la marca del partido. Los errejonistas, mientras, creen que la ofensiva solo responde al temor surgido en el pablismo tras ver los resultados del referéndum y opinan que es una estrategia para intentar erosionar la imagen de Errejón entre las bases por si no logran un acuerdo y se enfrentan en proyectos distintos en Vistalegre II.

La campaña contra Errejón incendió las redes sociales con un resultado abierto a valoraciones pero del que surgieron numerosas críticas por el clima de bronca y el ataque a un fundador del partido. Numerosos simpatizantes afearon al secretario de organización, Pablo Echenique, que participara en la campaña, al ser un cargo del que se espera neutralidad. Creen los errejonistas que la ofensiva ha tenido un efecto bumerán porque Echenique salió ayer a explicar bien su decisión.

Los dirigentes cercanos a Pablo Iglesias aseguran que fue un «toque de atención» contra una división que les parece nociva para el partido. Irene Montero, su jefa de gabinete, insistió ayer en defender la campaña contra Errejón, a quien advirtió de que no puede construir un liderazgo «debilitando a Pablo» y poniendo en juego la «unidad» de Podemos.

El sector afín a Errejón lamenta el significado que los pablistas dan al término, como la obligatoriedad de sometimiento al secretario general sin posibilidad alguna de discrepar. Entienden que los dirigentes próximos a Iglesias se equivocaron con la campaña y que «la máquina del fango» les pasa factura. «Solo puede definirse como un craso error, como un cálculo muy mal hecho y como algo que le hace daño a Podemos», respondió la portavoz en el Ayuntamiento de Madrid, Rita Maestre.

¿Hasta qué extremo el cruce de hostilidades impide un acuerdo entre Iglesias y Errejón? Ambos dirigentes han demostrado en múltiples ocasiones una habilidad sorprendente para rebajar súbitamente la tensión, enmarcarla como «debate abierto» e incluso ironizar sobre sus disputas culpando a la prensa de inventarlas o magnificarlas.

Ahora el terreno está embarrado, pero si tienen voluntad de acuerdo podrían alcanzarlo, porque los puentes no están quemados. Otra historia es si Iglesias está dispuesto a renunciar a la radicalidad, a no fusionarse con Izquierda Unida (IU) y a repartir su poder, las premisas que Íñigo Errejón considera imprescindibles para lograr un Podemos ganador. Si no las amarra, le tocará disputarlas. Y viceversa.

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