Una búsqueda rápida en Google permite encontrar entre las primeras entradas "el Senado de EEUU tumba el veto de Obama" o "el Bundesrat aprueba el matrimonio gay" mientras que en España las noticias sobre la Cámara alta suelen hacer referencia a las sesiones de control, a polémicas que protagonizan senadores, o bien a anécdotas peregrinas como la de que "Rajoy huye de la prensa en el Senado". Pocas noticias tienen que ver con su función legislativa, dada su subordinación al Congreso. De ahí que también sea frecuente encontrar titulares referidos a la inutilidad de la segunda cámara y propuestas de todo tipo para reinventar o suprimir la institución.

Desde 1987, casi 10 años después de que se aprobara la Constitución, los partidos han estado dándole vueltas a cómo reforzar sus funciones, pero sin llegar a un acuerdo global. Prácticamente todas las formaciones políticas coinciden en que hay que convertirlo en una cámara de representación territorial, tal como establece sobre el papel la Carta Magna, para que deje de ser un parlamento casi sin funciones y de retiro dorado para expresidentes de renombre. Pero a la hora de la verdad, no son capaces de alumbrar ningún acuerdo.

Pese a ello, esta legislatura que acaba de empezar los grupos parlamentarios, incluido los emergentes y ERC -que está dispuesto a participar pero no va a presentar ninguna iniciativa- van a volver a reflexionar sobre el asunto. La diferencia con intentos pasados es que, dada la debilidad parlamentaria de Mariano Rajoy, que solo dispone de mayoría absoluta precisamente en la Cámara baja, es probable que tenga que plegarse a la petición de la oposición de abrir el melón de la reforma constitucional, para remozar, entre otros aspectos, el Senado.

NUEVA PONENCIA

De entrada, en dicha cámara se va a crear una ponencia, en la comisión de reglamento, destinada a retomar los trabajos iniciados en legislatura anterior, donde se acordaron cambios que requerían una reforma constitucional, con la que el PP decía sentirse “cómodo”. Si bien, el portavoz del grupo popular, José Manuel Barreiro, advierte de que no son partidarios de que se toque la ley de leyes solo por el sistema bicameral. Supedita por tanto los cambios a la búsqueda de un consenso como el del 78 y sobre todos los aspectos a retocar.

El dictamen acordado no llegó a aprobarse porque, en septiembre del 2015, los partidos se pusieron en ‘modo electoral’ y aparcaron la reforma. Aún así, había un amplio consenso para convertir el Senado en cámara de primera lectura en leyes de naturaleza autonómica, como estatutos o la financiación. El PSOE proponía que todas las normas que tienen que aplicar las comunidades, como las educativas, también las tramiten antes los senadores, pero el PP no aceptó y se habló de una solución intermedia, que aún hay que pulir: que el Senado, con la participación de los gobiernos regionales, emita un informe previo.

Además, queda pendiente la discusión en torno a la composición, donde las discrepancias pueden ser importantes. El PSOE quiere que haya “mayor legitimidad territorial” que, en opinión de su portavoz en la materia, Francesc Antich, se puede lograr o aumentando el número de senadores por designación autonómica o haciendo coincidir las elecciones a la Cámara alta con las de las comunidades. El PP, por contra, considera que la estructura actual "es válida" y ha funcionado.

LA 'NUEVA POLÍTICA'

Pero en esta ocasión los mayoritarios no marcarán en exclusiva el debate. Unidos Podemos, que tiene 21 senadores, propone en su programa convertir la cámara en una especie de Bundesrat alemán, compuesta por representantes de los gobiernos autonómicos, si bien, el senador podemista Joan Comorera admite que la propuesta “no está cerrada” y aún debe ser perfilada internamente.

C’s, por contra, quiere suprimir el Senado y transformarlo en un Consejo de Presidentes, pero el partido naranja solo tiene tres representantes, de ahí que uno de ellos, Tomás Marcos, insista en supeditar la reforma a un debate “de calado” en el Congreso sobre la organización territorial que haga del Senado una cámara “con utilidad”.

Ante estas divergencias, el camino hacia la reconversión de la institución está lleno de nubarrones. Los portavoces del bipartidismo son optimistas pero los emergentes muestran reticencias a que se alumbren modificaciones "que realmente cambien las cosas".