LAS DISCREPANCIAS PODEMISTAS
Nace el Errejón rotundo
El número dos de Podemos deja claro que no apoyará el plan de Pablo Iglesias de fusionarse con Izquierda Unida H La contundencia de su aviso sugiere un distanciamiento del secretario general

Nace el Errejón rotundo
IOLANDA MÁRMOL
Íñigo Errejón llegó ayer a la misma sala de prensa del Congreso desde donde lleva un año tratando de esconder sus discrepancias con Pablo Iglesias y, de pronto, se desmarcó. Dejó ese ejercicio agotador de nadar y guardar la ropa, para advertir que no está dispuesto a fusionar Podemos con IU. «Rotundamente no», dijo, y levantó el pestañeo perplejo de quienes le escuchaban, por primera vez, un discurso de clara diferenciación con el secretario general. El número dos asume que puede mantenerse la coalición electoral (Unidos Podemos), pero no está dispuesto a que el partido se «disuelva».
A su juicio, ambas formaciones deben ser independientes, puesto que no todo el electorado al que aspiran convencer comparte las mismas etiquetas. «Si creo que debemos seguir como polos electorales, rotundamente sí. Si eso debe implicar una disolución o una fusión, la respuesta es rotundamente no», señaló, convencido de que los simpatizantes no están dispuestos a operación semejante. «Nadie me para por la calle para preguntarme si vamos a disolvernos en otra organización, sino cómo vamos a ser útiles», se explicó.
Su reflexión es relevante porque constituye una advertencia. Anteayer escuchó atónito al secretario de organización, Pablo Echenique, anunciar que la fusión irá a debate en el congreso estatal, Vistalegre II, en invierno del 2017. Esas declaraciones llegaban, por sorpresa, tras la petición explícita del líder de IU, Alberto Garzón, para afrontar la integración «lo antes posible». En 24 horas Errejón salió a dejar claro que se opone a esa idea y que si alguien la propone lo va a encontrar enfrente. Y su reacción es significativa, también, porque de algún modo supone el primer paso hacia un distanciamiento que puede ser clave para diferenciarse del pablismo y mostrar a sus afines una identidad definida.
Errejón cree que la unidad popular es más importante que la unidad de la izquierda, porque la primera permite ser hegemónicos y la segunda les arrincona como resistencialistas incapaces de transformar la realidad.
IU ha puesto a la venta su sede en Madrid para intentar saldar su deuda de ocho millones de euros, requisito imprescindible para una fusión orgánica. En septiembre, se registró la marca Unidos Podemos como partido en el Ministerio del Interior. Y además, Garzón ha venido planteando el asunto en público. Si él e Iglesias están hilvanando un acuerdo para legitimarlo en Vistalegre II, a Errejón no le consta.
El eventual proceso de fusión no constituye solo un cambio orgánico, implica, sobre todo, un cambio en la dirección y en el rumbo político. Podemos se fundó desdeñando la vieja suma de partidos de izquierdas que apelan a la identidad de la clase obrera. Apostaron por la hipótesis nacional-popular: resolver las inquietudes de diferentes clases, de quienes han votado opciones distintas y que no se identifican bajo las mismas etiquetas.
El giro hacia la radicalidad imprimido por Iglesias tras el verano parece abandonar esta tesis fundacional.
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