El último zarpazo del terror yihadista, el atentado múltiple de Bruselas, ha coincidido en España con un Gobierno que lleva tres meses en funciones y unas negociaciones estancadas cara a lainvestidura. Sería políticamente deseable que el barrizal partidista no enfangase la unidad que se sobreentiende necesaria tras un golpe terrorista. Pero el 11-M derogó esta doctrina y la masacre de Bélgica tampoco ha sido una excepción. Ciudadanos ha decidido utilizar la tragedia para presionar a PP y PSOE a favor de un pacto de gobierno que aísle a Podemos, fuerza contra la que el partido naranja dirige desde el martes un envenenado dardo: cuestionar su compromiso contra el terrorismo.

A través de Twitter, el presidente de Ciudadanos, Albert Rivera, ha asegurado que ataques como el de Bruselas hacen más necesario un "gobierno reformista a la altura". Algo que, en boca del partido que ha sellado un acuerdo con el PSOE, supone un doble aviso: a Pedro Sánchez, para que deje de buscar a Podemos como potencial socio; y al PP, para que se avenga a facilitar un pacto a tres bandas que no deje la gobernabilidad en manos del partido de Pablo Iglesias.

Esta advertencia llega el mismo días que Sánchez e Iglesias tienen previsto conversar por teléfono para intentar desencallar las negociaciones. Una cita a distancia (iban a reunirse pero ha sido imposible "cuadrar las agendas") que no le ha hecho ninguna gracia a Rivera, quien el martes ya se preguntaba lo siguiente: "¿Se puede pretender gobernar España y no condenar atentados o renegar de símbolos de todos los españoles y europeos?". Se refería tanto aBildu, que rechazó sumarse a una declaración institucional en el Ayuntamiento de Pamplona para condenar los atentados de Bruselas, como a Podemos, del que dirigentes de Ciudadanos se pasaron el día abominando por su presencia en la reunión del pacto antiyihadista.