Complicado estreno de Felipe VI gestionando la investidura de un presidente. Su primera investidura. Su primer cara a cara con la nueva política, esa que parece haber desterrado las mayorías absolutas y exigir algo más que pactos tradicionales para convertir una aritmética parlamentaria endiablada en la base de un Gobierno estable. Esa misma que ha colocado un inesperado foco en el jefe del Estado, del que algunos parecen esperar más que aquello a lo que está obligado por mandato constitucional.

El artículo 99 de la vigente Carta Magna, en su punto primero establece que tras cada renovación de Cortes, el Rey, previa consulta con los portavoces políticos, y a través del Presidente del Congreso, propondrá un candidato a La Moncloa. En ello está. Pero con unas dificultades más hondas de lo previsto. Este martes, con la visita del presidente en funciones y ganador de las elecciones, Mariano Rajoy, cerrará la segunda ronda de conversaciones -con la inicial (del 18 al 22 de enero) no fue suficiente- en busca de un jefe del Ejecutivo para la undécima legislatura.

Al término de esta nueva rueda de encuentros, Felipe VI debe tomarotra decisión de calado que, inevitablemente, tendrá lecturas y consecuencias políticas: si elude hacer una invitación concreta y opta por dar más tiempo para la negociación a unos partidos escandalosamente instalados en el tacticismo; si repite requerimiento al líder popular por ser el más votado y arriesgarse a recibir una segunda negativa o si, por contra, se la ofrece al secretario general de los socialistas, Pedro Sánchez, aún sabiendo que preferiría que escogiera al jefe del PP y que no lleva los deberes negociadores hechos.

EL ENCARGO 'REAL'

Tanto Rajoy como Sánchez han repetido en los últimos días, generalmente a través de portavoces autorizados de sus respectivos partidos, que preferirían que el encargo ‘real’ le cayera primero al otro. Es obvio que esos mensajes han llegado a oídos del Rey y sus asesores. Pero entre ambos existe una relevante diferencia:mientras el socialista puntualiza que si es el elegido tirará para adelante, los populares entienden de que las circunstancias son iguales a las que había el día 22 -día en que Rajoy declinó la primera petición del Monarca - y que, por tanto, si hay oferta de Felipe VI, habrá un segundo 'no' del presidente en funciones.

Es más. Hay dirigentes conservadores que, sin micrófonos como testigos, no ocultan su malestar con el jefe del Estado por haber ofrecido a su líder la investidura hace semana y media, pese a que éste "entró en la reunión", dicen, adelantando al Rey que no aceptaría. Un segundo ofrecimiento en iguales condiciones, avisan, sería entendido "casi como una provocación". Interpretaciones partidistas de lado, parece claro que la Zarzuela atendió a la costumbre de escoger primero al ganador de los comicios, especialmente cuando éste había salido a la palestra la noche antes de ir a Palacio para desmentir que se encontrase ante un dilema y asegurar que tenía "fuerzas" para presentarse. Tampoco hay que descartar que Felipe VI no quisiera cargar con la responsabilidad de ser él, en vez de un político, quien dejase 'en pausa' el reloj que obligatoriamente ha de empezar a correr con un pleno de investidura para poder repetir elecciones, llegado el caso.