La primera consecuencia de las elecciones del domingo es la dificultad para formar un nuevo Gobierno respaldado por una mayoría parlamentaria estable. En eso estamos y estaremos las próximas semanas. Pero hay un segundo efecto derivado del veredicto de las urnas con enormes consecuencias futuras: el sistema electoral español, alumbrado por un decreto ley preconstitucional de marzo de 1977, ha quedado tocado. Ese modelo, basado en las circunscripciones provinciales, fue asaltado, utilizando un término muy de Pablo Iglesias , este domingo por Podemos y por Ciudadanos. Y a partir de aquí nada será igual en la política española. Ha fenecido el turno en el poder de los dos grandes partidos, amparados por una ley tan injusta como desfasada.

Hagamos un poco de historia. El citado decreto fue concebido por Adolfo Suárez mientras negociaba con la oposición democrática cuando todavía no se había legalizado el PCE (eso ocurriría un mes después). Suárez complació a la oposición con un sistema proporcional --Fraga lo quería mayoritario-, pero se guardó una carta para que las reglas del juego favorecieran a su recién creada UCD. Esa carta eran las provincias. El enorme peso del mundo rural, mucho más de derechas en aquella época que las zonas industrializadas y más pobladas, garantizaban mayorías conservadoras. Eso es lo que hizo afirmar a Alfonso Guerra que "en España votaban las hectáreas". Sin embargo, el PSOE entendió muy pronto que el sistema le beneficiaba --como a los nacionalismos-- y dejaba en la cuneta a su rival en la izquierda, el PCE. Por eso en 1985 se probó la ley actual con las líneas maestras de la de Suárez.

Cuatro comensales

Lo ocurrido en el banquete democrático del domingo es que se puso la mesa para dos comensales y aparecieron cuatro, lo que puso de manifiesto las distorsiones del sistema. Será muy difícil que este asunto no figure en la agenda de quienes tienen que negociar el nuevo Ejecutivo. La pregunta es si la ley electoral nacida en el posfranquismo garantiza una buena representación del voto ciudadano en la España de hoy. La respuesta solo puede ser un no .