La melodía del PP brilló ayer por su ausencia en el acto más multitudinario que ha celebrado y celebrará el partido en la presente campaña. La música que sonó en su lugar cuando Mariano Rajoy y Xavier García Albiol llegaron al mitin de Badalona fue el Bailando de Enrique Iglesias ("yo quiero estar contigo, vivir contigo... una noche loca"). Seguramente, todo responde a la estrategia del candidato conservador de presentarse como el abanderado de los no soberanistas al margen de ideologías y siglas. Pese a ello, mientras las encuestas apuntan que Junts pel Sí está cada vez más cerca de la mayoría absoluta, algunos cargos admiten que el efecto Albiol posterior al relevo de Alicia Sánchez-Camacho parece haberse estancado. Remontaron algo en los sondeos, pero no logran movilizar más. Por eso el presidente del Gobierno central redobló los llamamientos a la "Cataluña silenciosa y silenciada" para que vote el 27-S y contribuya a "poner fin a la pesadilla" soberanista.

Mucho más empático que en la mayoría de sus mítines, Rajoy estuvo un cuarto de hora saludando a un buen puñado de las más de 3.000 personas congregadas en la plaza de Trafalgar, en un barrio de Badalona, uno de los bastiones de Albiol en las elecciones municipales. Ya en el atril, el dirigente popular dedicó gran parte de su discurso a insistir en la necesidad de acudir a las urnas el domingo que viene.

"Ya no se puede seguir en silencio. Hay que votar para que nadie te imponga en qué consiste ser un buen catalán; para que nadie te imponga cómo tienes que vivir", proclamó. Y así, con una frase tras otra, transitó por la misma línea que seguirá durante los próximos días. El martes visitará la provincia de Tarragona. El miércoles irá a Girona y aún le queda otro día para mitinear en Barcelona. Pero da igual donde vaya. El partido tiene puesta la mirada especialmente en el área metropolitana de la capital catalana. Como dando por perdida la batalla para cautivar a los catalanes de origen, el PP dirige sus mensajes a quienes llegaron de otras comunidades. Apelando a los lazos sentimentales con las tierras que les vieron nacer, los conservadores harán gala de ser ellos quienes gobiernan en España para erigirse como la única fuerza capaz de frenar el proyecto independentista de Artur Mas, a quien Rajoy volvió a propinarle un golpe dialéctico tras otro antes de comer botifarra amb mongetes en Llefià con los simpatizantes.

"FABRICA DE EXTRANJEROS" "Es la primera vez que veo una campaña en la que no se hace un balance de gestión", lamentó, y a renglón seguido subrayó que si el Gobierno de CDC no hace ese balance es porque de lo único que puede presumir es de haber causado la "división" de la sociedad catalana. Artur Mas es "una fábrica de extranjeros" que "ha inventado un problema donde no lo había y ha envenenado la convivencia de los catalanes", aseveró el presidente. Además, le acusó de centrarse en "ensoñaciones" en lugar de resolver los problemas reales de la gente y le reprochó que "engañe" a la población catalana al ningunear las advertencias de los mandatarios mundiales y no admitir las consecuencias económicas y sociales de una hipotética independencia.

DIALOGO: SI, PERO... Vista esta retahíla de aldabonazos, queda claro que poca entente puede haber entre Mariano Rajoy y Artur Mas. El propio presidente del Gobierno central afirmó que está dispuesto a establecer un diálogo, pero avisó de que para que este se produzca "es necesario que se vayan aquellos que no han querido dialogar y solo imponer".

Resulta difícil que el mandatario del PP emule a David Cameron y proponga una suerte de tercera vía como hizo el premier británico a una semana del referéndum escocés al ver que el sí vencía en las encuestas. Aunque pueda haber algún movimiento en lo que queda hasta el 27-S, en eso sería sorprendente que echara el resto Mariano Rajoy. Las elecciones generales están a la vuelta de la esquina y a los conservadores les conviene mantener la imagen de ser un muro frente al independentismo catalán para combatir a un PSOE que, según el líder popular, "se ha convertido en parte del problema" por sus "ambigüedades" soberanistas.