Juan Carlos Monedero no está dispuesto a que le "roben el alma". Lo advierte a la primera de cambio, en la portada del libro que firma el periodista Ramón Lobo, y en el que el número tres de Podemos se va despojando una a una de todas las "espinas" que le envenenan. "La política es tóxica y está llena de basura", dijo nada más empezar la presentación de Conversación con Juan Carlos Monedero, ayer, en Madrid, y fue tejiendo su discurso de intelectual dolido tanto con los que le atacan como con los que le exigen desde la soberbia.

"Uno espera que este deje de ser un país de cabreros", admitió, sin ocultar su malestar con ciertas personas que piden a los dirigentes de Podemos el don de la infalibilidad.

"'No nos falléis', nos dicen. Y yo les digo: ¡No nos fallemos! ¿Qué os creéis? ¿Que va a venir Podemos a solventar todos los problemas de España?", razonó. Y advirtió de que si su partido se convierte en la "maquinaria perfecta" que sustituya a PP y PSOE, fracasará. "Ellos tienen más músculo".

Monedero anunció --o insinuó-- un adiós más o menos temprano a su vida orgánica en Podemos. "No soy un hombre de aparato. Todos los días me pregunto qué demonios hago". Y alertó del peligro de que el partido se convierta solo en un aparato político sin pegamento con la sociedad. "Necesitamos más versos sueltos", dijo sonriendo. En el libro, Monedero trata de quitarse la coraza de comisario político, la del poli malo de Podemos, y muestra una piel más vulnerable. Recuerda episodios de su infancia, explica que se fue de IU "porque no había alegría, todo era gris y aburrido" y encaja como puede que ya nadie le va a llamar para hacer un informe tras el escándalo de su asesoría para Venezuela.

En Podemos admiten lo complejo que es administrar la personalidad de Monedero y lamentan que se haya convertido en un personaje del que ya todo resulta creíble. Oficialmente, el partido no le ha pedido que dé un paso atrás ni que se camufle en la sombra, pero en la práctica, sus apariciones públicas se han reducido. Una anécdota que describe con claridad el lugar incómodo al que se ha visto relegado es lo que sucedió en el mitin de Dos Hermanas (Sevilla) la noche de cierre de campaña. Tras los discursos de Iñigo Errejón, Teresa Rodríguez y Pablo Iglesias, los líderes abandonaban el recinto. Se terminó la música. Se apagaron las luces. Y solo entonces, Juan Carlos Monedero, se aupó hasta el escenario y enarboló una bandera andaluza mientras el público, que estaba todavía en las gradas, coreaba su nombre.

Ese es el doble filo de la espada del politólogo, la figura que más polariza en Podemos. Nadie, ni siquiera Iglesias, funciona mejor que Monedero en los mítines. En el partido saben que los simpatizantes lo adoran, pero, a la vez, nadie despierta más iras. Por eso analizan con precaución cada acto antes de poner su nombre en un mitin. Con Monedero en escala de grises y Carolina Bescansa embarazada, los dos líderes que asumirán el peso de la campaña autonómica serán Errejón e Iglesias. Este se volcará en las comunidades en las que Podemos espera tocar poder: Madrid, Comunidad Valenciana, Asturias y Aragón, para arropar a candidatos que, en la mayor parte, son desconocidos, y capitalizar el tirón de la marca. Iglesias abrirá y cerrará la campaña en Madrid. El día 9 viajará a Barcelona para un acto con la candidata de Barcelona en Comú, Ada Colau; el 16 estará en Alicante; el 17, en Asturias y el 21, en Aragón.