Como si fuera el milagro evangélico de los panes y los peces, los Pujol multiplicaron nada menos que por 10 el supuesto legado que el abuelo Florenci dejó oculto en Andorra. Los 840.000 euros (140 millones de pesetas en dólares) de esa herencia que se encontró la familia en 1980 al morir el padre del expresidente de la Generalitat crecieron hasta los ocho millones de euros. Estos fondos se los repartieron en partes iguales la esposa del exmandatario, Marta Ferrusola, y sus siete hijos. Así lo afirmó ayer el primogénito, Jordi Pujol Ferrusola, que declaró durante dos horas como imputado ante la jueza de Barcelona que investiga los fondos andorranos. Sin embargo, no entregó ningún documento que avalara ni el legado ni las inversiones.

Esta alta rentabilidad del capital, según explicó Pujol júnior, se produjo gracias a la inversión de los fondos iniciales de Florenci Pujol, que se invirtieron en "láminas financieras de titularidad opaca", una especie de títulos con vencimiento parecidos a los bonos (se cobran cuando finaliza el contrato) y que estaban sustentados en deuda pública de países como Austria, EEUU, Alemania, Finlandia y España.

RENTABILIDAD DEL 10% AL 12% La rentabilidad de estos productos era del 10% al 12%, aseguró el hijo mayor de la familia, que defendió ante la jueza que el incremento del patrimonio del clan en Andorra responde a la inversión en esos productos y a los intereses devengados. La magistrada ha alegado en alguno de sus autos que la fortuna oculta podría proceder de "abusos" cometidos por Jordi Pujol en el ejercicio de su cargo como presidente de la Generalitat.

En su declaración, Pujol Ferrusola, que gestionó los fondos en Andorra entre los años 1990 y 1992, defendió la tesis de su padre de que el dinero oculto procede de un legado que su abuelo dejó en dólares a su nuera y a sus nietos a su muerte, en 1980. El primogénito aseguró que gestionó ese legado entre 1990 y 1992 como "representante" del patrimonio, no como administrador, y que cuando lo recibió de manos del primo de su padre, Joaquim Pujol Figa, exsecretario general de la Presidencia, ya estaba depositado en bancos andorranos en "láminas financieras".

El imputado añadió que en 1992 repartió entre su madre y los siete hermanos los depósitos de las "láminas", que en esas fechas ascendían a 500 millones de pesetas (tres millones de euros) y que cada uno se hizo cargo de su propia cuenta; él dijo desconocer qué hicieron los demás con su parte. Estos títulos tenían fechas de vencimiento escalonadas y permitieron multiplicar los fondos hasta los ocho millones al cabo de unos años, un aumento que el hijo del expresidente considera razonable ante el alto rendimiento de los productos contratados.

Las acusaciones dudan de que el crecimiento se deba a esas inversiones. En alguna de sus preguntas, el fiscal calificó ese rendimiento de "escandaloso", según fuentes jurídicas. En sus comparecencias ante la jueza --que ha decidido custodiar la grabación de la declaración sin dar copia a los abogados para impedir que los medios la reproduzcan-- los hermanos Pere, Mireia y Marta Pujol comentaron lo de los 500 millones de pesetas a repartir entre ocho, pero no que la fortuna llegara a alcanzar los ocho millones.