No hay acontecimiento fundamental que explique el cambio. Tampoco un antes y un después. El acercamiento entre el PP y el PSOE, plasmado ayer en su acuerdo para las víctimas de las preferentes, obedece a una serie de circunstancias con poca relación. Los seis millones de parados. El desprestigio de la política. El que los socialistas, tras un año fuera del poder, hayan entrado en una fase más propositiva. El nuevo discurso de Mariano Rajoy sobre el estímulo al crecimiento. Y los escándalos de corrupción que salpican a los partidos mayoritarios.

Toda esta heterogénea mezcla de situaciones, aprietos y voluntades políticas hacen que conservadores y socialistas no solo hablen entre sí, pues el diálogo nunca se ha roto del todo, sino que (y esto es lo novedoso) también lleguen a acuerdos. A finales de febrero, el PSOE quiere sentarse con el Gobierno para hablar de empleo. El optimista recalcitrante podría pensar que se trata de una nueva era de entendimiento, pero las dos partes siguen con sus recelos. Ni siquiera se ponen de acuerdo sobre el peso que ha tenido la corrupción en este nuevo clima.

LA AYUDA Sostiene el Ejecutivo que el actual contexto, con los medios informando cada día de escándalos en los partidos y la sociedad desacreditando a los políticos, impulsa al PP y al PSOE a buscar acuerdos. Entre otras cosas, para demostrar a los ciudadanos que se dedican a algo más que a justificar sus trapos sucios. Y en esto, explican fuentes gubernamentales, ayuda que el principal partido de la oposición haya perdido fuerza a la hora de atacar al PP desde que se destapó el caso de la Fundación Ideas y sus pagos a la exesposa de su director, el destituido Carlos Mulas, por unos artículos. "Eso permite centrarnos en lo que importa", señalan.

Socialistas y populares se saben obligados a reaccionar con rapidez para calmar a la opinión pública. Está por ver si los pagos en Ideas se llevan también por delante al vicepresidente de la fundación, Jesús Caldera. Y en el PP, el caso de Luis Bárcenas --el extesorero que tuvo 22 millones de euros en Suiza, se acogió según su abogado a la amnistía fiscal y pagó supuestamente comisiones ilegales a miembros del partido-- ha empujado a Rajoy a abrir una investigación interna y ordenar también una auditoría independiente, por primera vez en la historia. Pero el jefe del Ejecutivo no quiere que estos asuntos bloqueen la acción gubernamental y ha pedido a los suyos que guarden silencio y se ocupen de legislar.

EL 'TOMATE' El PP quiere buscar un acuerdo sobre la corrupción. Ahora mismo, el propósito parece abocado al fracaso. El primero en proponer un pacto en este campo fue el líder del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba, pero fuentes del partido señalan que el ofrecimiento de los conservadores resulta oportunista. "Ni nosotros ni el resto de grupos nos vamos a tomar en serio una negociación para tapar el caso Bárcenas . El auténtico tomate lo tiene el PP. Por eso tiene prisa. Pero los demás no la tenemos", señalan los socialistas. Aun así, no deja de ser cierto que la posición del PSOE frente a los escándalos de los conservadores, que empezó siendo templada (demasiado, para sus bases) y se fue endureciendo con el paso de los días, ha perdido intensidad desde que trascendió lo que ocurría en la Fundación Ideas.

Por su parte, el Govern , que reitera su apoyo al exalcalde de Lloret de Mar, Xavier Crespo, muestra una predisposición inconcreta, informa Fidel Masreal . Su portavoz, Francesc Homs, combinó ayer la defensa de Crespo con la tesis incontestable de que la corrupción se está convirtiendo en una "lacra transversal" ante la que "urge" actuar.