Sorprendieron dos cosas del ya famoso vídeo en el que Alfredo Pérez Rubalcaba contó que pensaba "echar" a Maru Menéndez por supuestas filtraciones de los contenidos de la ejecutiva socialista del lunes. Primero, que un político del bagaje del líder del PSOE fuese pillado. Pero, sobre todo, desconcertó quién era la acusada. Porque Menéndez, nacida en La Coruña en 1959 y psicóloga de carrera, nunca cuenta el contenido de las reuniones internas. Ni ahora, con Rubalcaba al frente, ni en la época de José Luis Rodríguez Zapatero, cuando los miembros de la ejecutiva eran más locuaces. Sus colaboradores explican que "ella es muy leal al partido".

También lo es a Tomás Gómez, líder de los socialistas madrileños y crítico con el aparato de Ferraz desde que en el verano del 2010 Zapatero fracasó en su intento de que cediese a Trinidad Jiménez la candidatura a las autonómicas. Si Gómez, cuyas relaciones con Rubalcaba son bastante crispadas, tiene un carácter en ocasiones volcánico, el de Menéndez es todo lo contrario: amable y dialogante.

Sus más cercanos señalan que el percance no ha sido, para nada, un trago cómodo para ella. Cuando se difundió el vídeo, en la tarde del martes, Menéndez, según fuentes del PSM, llamó a Rubalcaba. El líder del PSOE no cogió el teléfono. Y entonces Gómez, que, según la dirección socialista, tiende a buscar perfil propio contra Rubalcaba en lugar de contra Esperanza Aguirre, exigió al jefe de la oposición que se disculpara. Rubalcaba llamó a Menéndez y se disculpó.

"He hablado con ella y el asunto está zanjado", señaló ayer Rubalcaba, que ya mantuvo una discusión con la socialista en una ejecutiva de hace un par de años. Alguien filtró aquel debate interno. Pero no fue Menéndez.