El pasado 26 de febrero, el Liverpool y el Cardiff disputaron en el estadio de Wembley la final de la Carling Cup. El protocolo establecía que antes del encuentro debían sonar por la megafonía los himnos de Gales e Inglaterra (en realidad, Inglaterra no cuenta con un himno oficial, así que en estas ocasiones se echa mano del God save the Queen), pero, previendo la posibilidad de que los aficionados de uno y otro equipo «faltaran el respeto» a los símbolos nacionales, la Liga de Fútbol inglesa decidió suprimir el preludio musical. Una solución salomónica que palidece por su escasa audacia ante la propuesta que defendió ayer Esperanza Aguirre, presidenta de la Comunidad de Madrid, a fin de evitar que la Marcha Real sea recibida con silbidos en la final de la Copa del Rey que tendrá lugar el viernes en el estadio Vicente Calderón. Frente al contemporizador fútbol sin himnos de los ingleses, Aguirre abogó por un arreglo bastante más expeditivo: el himno sin fútbol. «El partido se debe suspender y celebrarse a puerta cerrada en otro lugar», sentenció.

Como si fueran el aliento de un dios mitológico, las palabras de la presidenta madrileña desencadenaron una gran tempestad. Se abrieron los cielos y llovieron las declaraciones; la gran mayoría, de rechazo. Es muy probable que tal reacción no fuera ajena a los cálculos de la propia Aguirre, que empezó el día como una dirigente en entredicho por las irregularidades de Bankia y el repentino incremento del déficit de la comunidad que preside y lo acabó convertida en trending topic por unas declaraciones sobre los prolegómenos de un partido de fútbol.

Los antecedentes más inmediatos de la polémica hay que buscarlos en el acto que el lunes protagonizaron en el Congreso, con la complicidad de diversos diputados nacionalistas, las plataformas que reclaman la oficialidad de las selecciones deportivas de Catalunya, Euskadi y Galicia. En dicha comparecencia, los representantes de las plataformas instaron a los aficionados del Barça y el Athletic de Bilbao a aprovechar la final de la Copa del Rey para reivindicar «en tono positivo» las selecciones nacionales. En la portada del diario El Mundo de ayer, esa invitación se convirtió en un llamamiento de «los nacionalistas» a «pitar al himno y al Príncipe», pese a que nada se dijo en el acto del Congreso sobre silbar a la Marcha Real o al Heredero.

«MUCHO FOLLÓN» / Aguirre aprovechó la munición y, en una entrevista en Onda Cero, tras pasar de puntillas por los escándalos que afectan a su gobierno, hizo su particular aportación al debate futbolístico de estos últimos días: «Los ultrajes al himno, a la bandera o al jefe del Estado, que son delito en el Código Penal, no se deben consentir. Por tanto, mi opinión es que el partido se debe suspender y celebrarse luego a puerta cerrada en otro lugar. ¿Eso va a causar mucho follón? Puede, pero a mí me parece que estas cosas no se deben consentir [...].Si una parte del público quiere silbar, el partido no se va a celebrar. Así de claro».

No lo vieron tan claro sus compañeros de partido, que se dedicaron a despejar balones fuera recurriendo al socorrido mantra de que «no hay que mezclar la política y el deporte». Eso dijeron, sin ir más lejos, la presidenta del PPC, Alicia Sánchez Camacho, y el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, que garantizó que las aficiones de los dos equipos pueden viajar a Madrid con total tranquilidad porque «no va a pasar nada».

DESMARQUE / El desmarque más vistoso corrió a cargo del líder de los populares vascos -y conspicuo hincha del Athletic-, Antonio Basagoiti, quien señaló que, aplicando el razonamiento de Aguirre, se debería haber suspendido la reciente final de la Europa League celebrada en Bucarest por la presencia de banderas españolas «con el águila preconstitucional» entre los aficionados del Atlético de Madrid.

En el resto de los partidos, y con la salvedad de UPD, el rechazo fue unánime. La opinión más extendida fue que la presidenta madrileña había creado una «cortina de humo» para eludir su responsabilidad en los feos asuntos de Bankia y el déficit. En esa dirección apuntó el portavoz del Govern, Francesc Homs, que agregó que la propuesta de Aguirre es «de otra galaxia».

Y entretanto, el Tribunal Constitucional avaló ayer la ley catalana que impulsa la existencia de selecciones deportivas propias, resolviendo así un recurso presentado por el Gobierno del PP en 1999.