Es leal, pero "políticamente incorrecto", porque siempre dice lo que piensa, "solo faltaría, después de todo lo que nos ha tocado vivir". Borja Sémper representa, junto a Antonio Basagoiti, Antón Damborenea, Arantza Quiroga o Iñaki Oyarzábal, a esa nueva generación de dirigentes que han sacado al PP vasco del armario. Y es Sémper quien emplea la metáfora para recordar que durante años los populares sobrevivieron "escondidos", con un único discurso "de resistentes, de trinchera, de supervivencia", preocupados de que no les asesinaran, hasta que "pudimos romper esa camisa de fuerza" y empezaron a hablar de otras cosas, además de ETA.

Sémper lo tiene muy claro. Ahora es Génova quien consulta a los populares vascos cuando se legisla sobre terrorismo, "porque somos nosotros los que estamos aquí". Y asegura que aquellos que ahora les acusan de traidores por apoyar medidas de acercamiento a etarras que rompan con la banda "son los ortodoxos e inquisidores que dan consejos desde despachos europeos o del Congreso", pero que pisan poco Euskadi. No hace falta que los cite, pero se refiere a Rosa Díez y Jaime Mayor Oreja.

Casado, padre de un hijo de 6 años y abogado, Sémper lleva toda la vida en política. Parlamentario, preside el PP de Guipúzcoa, y con 19 años un amigo le dijo que ETA llevaba meses intentado darle un tiro en la nuca.

Escoltado

Sigue con escolta, y se reconoce vitalista y osado. Vivir sabiendo que en cualquier momento le podían haber matado le ha hecho más valiente, más libre y más independiente. Por eso habla de todo, sin miedo, y defiende el oficio de hacer política como un compromiso lleno de honestidad. Al menos, en su caso. Y suena sincero.

Asegura que la ETA de los comandos, la que le quiso matar, ha sido derrotada, que ha dejado de ser un problema para los ciudadanos y para el Gobierno, y que por eso no hay prisa. Pero advierte de un nuevo peligro: "el del totalitarismo de los radicales". Y contempla con preocupación que los que hace cuatro días jaleaban "'ETA mátalos', y hubieran justificado que me pegaran un tiro en la nuca, ahora pueden ganar las elecciones y gobernar Euskadi con el PNV".

Cuenta que ahora toca reconstruir los cimientos morales del País Vasco. No tiene amigos aberzales, "no por nada", y asume que su hijo pueda un día enamorarse de la hija o el hijo de un aberzale que un día hubiera aplaudido que le mataran. Y eso, tarde o temprano, llegará. Lucha a diario por ello. Sin rencor. Y sin perder la sonrisa.