En el antepenúltimo mitin del último día de campaña, que fue ayer, hubo un diálogo entre Alfredo Pérez Rubalcaba y una simpatizante en el que se resumió la actividad electoral socialista. "¡Confiamos en ti!", le dijo la mujer, sentada en el teatro de la localidad onubense de Punta Umbría. "Sí, ya sé que confías en mí --contestó el candidato--. Lo que trato de decirte es que convenzas a otros para que también confíen en mí".

Pero los otros no se convencen. Rubalcaba lleva días pidiendo a sus militantes que vayan casa por casa a persuadir a sus antiguos votantes, que esta vez, decepcionados por el Gobierno socialista, piensan quedarse en casa el 20-N o votar a IU. Sin apenas resultado. El PSOE continúa estancado en intención de voto, pese a que su candidato, cuya campaña comenzó cuando fue proclamado el pasado julio, lo ha intentado todo.

Numerosas propuestas de claro poso socialdemócrata. Recuperación, y componenda, de viejas glorias del partido como Felipe González y Alfonso Guerra. Apelación a los sentimientos de los votantes en estas horas tan críticas. Mítines por la unidad socialista ante las heridas y rivalidades, solo temporalmente eclipsadas por la campaña, que ahora volverán a surgir en el seno del partido. Una actividad de campaña realmente frenética (41 actos y 23.500 kilómetros recorridos), que le llevó incluso a improvisar actos relámpago en diminutos recintos más propios de la actividad vecinal que de un candidato a la Presidencia. Presencia continua en Andalucía, su principal caladero de votos. Y en esta recta final, el recurso del miedo a un PP que, salvo sorpresa antológica, se hará con todo el poder cubriendo España de azul --primero en los municipios y autonomías, y ahora en el Gobierno-- y convirtiéndola en un país casi "monopartidista".

LOS RECORTES Se trata de evitar la mayoría absoluta de los conservadores. "Solo hay un partido que puede parar el poder absoluto de la derecha. Solo uno: el PSOE. Si la derecha tiene el poder absoluto, recortará absolutamente", dijo en Punta Umbría el candidato, que cerró la campaña en Fuenlabrada (Madrid). En Jerez --de nuevo Andalucía--, se dirigió directamente a los pensionistas y les pidió "precaución" ante los supuestos recortes que tiene en mente su adversario, Mariano Rajoy.

Los recortes han sido al PSOE lo que el paro al PP: el argumento electoral con el que cosechar votos. Pero no ha funcionado. Reconocen sus colaboradores más cercanos que Rubalcaba ha tenido en todo momento el viento en contra. Hizo un programa ante un escenario de salida de la crisis, y la crisis repuntó. Confió en que el desempleo bajaría, y el desempleo subió. Y después, José Luis Rodríguez Zapatero tomó dos medidas que dañaron el perfil izquierdista con el que se estaba presentando en campaña: el escudo antimisiles de Rota y, sobre todo, una reforma constitucional que pactó con Rajoy sin consultar con quien fue su vicepresidente hasta hace tres meses. Solo tuvo una noticia positiva: el fin de la violencia etarra, pero hace tiempo que el terrorismo se encuentra a la cola de las preocupaciones ciudadanas, y ya no suma votos.

"La campaña ha sido eterna para Rajoy. Sin embargo, para nosotros ha sido muy corta", resumió ayer Rubalcaba. Pocas cosas más ciertas se han dicho estos días.