El capitán Gonzalo González aterrizó en Afganistán dos semanas antes de tiempo. Le tocó sustituir al capitán José María Galera, asesinado en Qala-i- Naw cuando examinaba a 47 aspirantes a policías afganos. Galera formaba parte del contingente que la Guardia Civil tiene destinado en el país asiático en labores de formación de la nueva policía que debe garantizar la seguridad ciudadana cuando los afganos gestionen su futuro en solitario.

Los disparos que mataron a Galera echaron al traste la difícil confianza que se había forjado entre los reclutas y los guardias civiles a lo largo de nueve años de difícil misión. Nada ha vuelto a ser lo mismo desde ese caluroso 25 de agosto. Y aunque les duela reconocerlo, los 21 guardias civiles que regresaron el viernes a España, tras casi siete meses de misión, aseguran que la desconfianza es irremediable. Y comprensible.

El capitán Galera, Sabonis para sus compañeros del GAR (Grupos de Acción Rápida), sí se fiaba, y apreciaba, al aplicado alumno Gholam Saghi, el joven de 25 años, casado y con dos hijos, con tres años de experiencia en la policía afgana, que conducía el coche del capitán Bashir Amat Saberi. Esa mañana del 25 de agosto, Saghi vació su AK-47 contra Galera, el oficial Abraham Leoncio Bravo, y el intérprete Attaolah Taefi. Murieron los tres.

Tras dos semanas de interrupción por el dolor, el duelo, la rabia y la pena, las clases se suspendieron en la antigua base militar Urrutia de Qala-i-Naw, y se retomaron en un pabellón junto al aeropuerto, que fue fortificado.

En un principio se planteó dar las clases en la nueva base Ruy González de Clavijo, pero la idea fue desechada por seguridad.

¿Le mostraron su pesar los alumnos? "Pues no. Pero tampoco nos tiene que extrañar. El concepto que tienen los afganos de la muerte difiere del nuestro. La mayoría no conoce otro estado que la guerra y han enterrado a muchos muertos. Para ellos solo fueron tres más. Y no lo olvidemos, tres infieles menos", comenta el capitán González.

Tanto González como el capitán David Ramos, destinado en el Centro de Formación de Mazar e Sharif, necesitaron una inmersión en la cultura, religión y vida afgana antes de iniciar las clases. "Nada es igual, Aquí y allá. Ni el concepto del tiempo, ni el de la responsabilidad", asegura Ramos, que describe la dificultad de impartir clases en aulas donde el 95% de los alumnos no saben ni leer ni escribir, y por tanto todos los conceptos tienen que ser memorizados a base de repetirlos, una y otra vez, porque no hay posibilidad de repartir notas, ni apuntes. En los últimos tiempos, se han reducido las deserciones entre los alumnos. Una de las dificultades con las que se enfrentaban los instructores era el paso de los reclutas al enemigo por dinero. "El problema se atajó pagándoles más", relata Ramos. Los alumnos en Mazar e Sharif, algunos de 16 años, reciben 300 dólares por cada uno de los cuatro meses de formación, seis horas al día. "La lealtad de un afgano se alquila", apunta otro oficial recién llegado. La frase es dura, pero real, como demuestran los hechos.

A pesar de todo, el compromiso de los guardias civiles les lleva a impartir nociones básicas de inglés en sus ratos libres. E incluso de español, idioma que buena parte de los alumnos que han pasado por Qala-i-Naw chapurrea con gracia.

La misión de Afganistán se ha recrudecido y los enfrentamientos son diarios. Las tropas españolas avanzan por dos frentes contra el bastión talibán en la provincia de Badghis, y en ese contexto se entiende que la semana pasada la base de Qala-i-Naw fuera atacada con dos cohetes que impactaron. No hubo daños personales, sí despecfectos materiales, pero fue el primer atentado de gravedad tras los asesinatos de agosto.

Así se entiende que el capitán Ramos no le contara a su madre que estaba en Afganistán hasta que volvió a España. La mujer tampoco se creyó el cuento de que "el niño" estaba en Africa trabajando en temas relacionados con la inmigración. En el fondo, agradeció no saber la verdad, para no sufrir.

Una vez en casa estos 21, otros tantos guardias ya están en Afganistán dando clases a nuevos alumnos. La misión, la más arriesgada de la Guardia Civil en el exterior, según sus mandos, continúa.