Cuando a la una y media de la tarde, hora española, del pasado 23 de agosto el helicóptero enviado por el Gobierno de Burkina Faso se elevó por encima del desierto del Sahel en una región del sureste de Malí, dos de sus ocupantes miraron hacia abajo y realizaron un corte de mangas. Esta fue la forma que los cooperantes catalanes Albert Vilalta y Roque Pascual eligieron para decir adiós a su cautiverio de nueve meses a manos de una célula de Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI). Lo narra Mustafa Chafi, el mediador encargado de negociar la liberación de los rehenes españoles secuestrados el 29 de noviembre en Mauritania, que también ocupaba una plaza en aquel helicóptero, junto con un coronel del Ejército maliense y un alto mando militar de Burkina Faso. "En cuanto Vilalta y Pascual se vieron sobrevolando el territorio de Al Qaeda, respiraron hondo y pegaron un corte de mangas --rememora Chafi--. Para ellos fue como decir que la pesadilla había terminado".

DESENLACE FELIZ Fue un desenlace feliz tras semanas de gran incertidumbre. Y mucho miedo. Un mes antes, el 22 de julio, una ofensiva militar franco-mauritana contra el bastión de AQMI para intentar liberar al rehén francés Michel Germaneau había acabado en un baño de sangre. Siete terroristas murieron en el enfrentamiento y Germaneau fue degollado por sus captores.

El pesimismo invadió a Chafi, que pensó que todos sus esfuerzos para lograr la puesta en libertad de Vilalta y Pascual se iban al traste. "Sinceramente, en ese momento los di por muertos --confiesa el negociador--. Y ese mismo día decidimos poner en práctica una audaz estrategia".

Chafi organizó rápidamente su penúltimo viaje al santuario de AQMI para hablar cara a cara con el argelino Mojtar Belmojtar, apodado el Tuerto , el jefe de la célula terrorista que mantenía cautivos a los voluntarios catalanes. "Le insistí una y otra vez en que el Gobierno español había apostado desde el principio por el diálogo, y no por la confrontación. Fue difícil, pero acabé convenciéndolo". Un factor importante en ese proceso de persuasión fue la decisión de la justicia mauritana de excarcelar y trasladar a Malí al mercenario Omar Saharaui, condenado a 12 de años de prisión por su participación en el asalto a la caravana solidaria en la que viajaban Vilalta, Pascual y Alicia Gámez.

Una vez atados todos los cabos, se produjo la liberación. En esta ocasión, fue el propio Belmojtar quien se encargó de escoltar a los rehenes para entregarlos. También el traslado de Chafi hasta el punto acordado fue diferente de sus expediciones anteriores; para empezar, no iba solo, sino que lo acompañaban un oficial militar de Malí, otro de Burkina Faso y Omar Saharaui, y no se desplazó en coche (un viaje duro que le obligaba a cruzar el río Níger a bordo de una piragua), sino que dispuso de un helicóptero.

EL EMOTIVO ENCUENTRO La comitiva aterrizó en el lugar y fue recibida por Belmojtar. El Tuerto ordenó a sus hombres que fueran a buscar al refugio a Pascual y Vilalta. Aún pasaron unas horas hasta que aparecieron los rehenes, escoltados por una decena de terroristas ataviados con ropas militares y armados con fusiles kalashnikov.

Tras una breve "ceremonia oficial" de canje de presos, los dos voluntarios se abalanzaron sobre Chafi, que ya había visitado a los rehenes en una ocasión anterior, cuando la vida de Pascual corría peligro por un problema cardiaco. "Me dieron más besos y abrazos que mi madre --explica el mediador, todavía muy emocionado--. Y yo les decía: ´¿Lo veis? ¡Sois hombres libres, tal como os prometí!´". No fueron los únicos abrazos que se repartieron. Los cooperantes también se despidieron con muestras de afecto de los terroristas. "Perdonadnos, perdonadnos --repetían los hombres de Al Qaeda en el Magreb Islámico--, pero debéis entender que este es nuestro combate".

LA COPA DEL MUNDO Chafi también informó a Vilalta y Pascual de la reciente victoria de la selección española de fútbol en el Mundial de Suráfrica. "Esto la liberación es vuestra segunda Copa del Mundo", les dijo. A continuación, el mediador y Belmojtar se sentaron frente a frente sobre la arena del desierto para ultimar las negociaciones. Chafi se niega a hablar del pago de un rescate (según algunas fuentes, la cifra pagada a los terroristas ronda los siete millones de euros) y relata que el Tuerto insistió en la necesidad de mantener el hostigamiento a los países occidentales mientras estos "sigan oprimiendo a los musulmanes y a los débiles".

EL FINAL DE LA PESADILLA Poco después, los mediadores y los cooperantes abandonaron el lugar y Vilalta y Pascual dieron portazo a su larga pesadilla con un corte de mangas. Hicieron una escala en Gorom-Gorom, en el noreste de Burkina Faso, y allí, en un hotel de la localidad, los dos cooperantes pudieron ducharse, afeitarse y cambiarse de ropa. También comieron fruta antes de partir hacia Uagadugú, donde el helicóptero aterrizó a 100 metros de la puerta principal de la residencia del presidente, Blaise Compaoré. Familiares de los ya ex rehenes y miembros del Gobierno español esperaban en un estado de ánimo que oscilaba entre la alegría y la inquietud. A la llegada, la emoción lo invadió todo.

"Solo espero que Albert, Roque y Alicia puedan olvidar lo que han pasado y disfrutar con sus familias", dice Chafi, y añade un último deseo: "Las caravanas solidarias no deben terminar. Eso sería como dar la victoria a los terroristas de AQMI".