Como en El gran carnaval (Billy Wilder, 1951), la presencia de las cámaras ha terminado por alterar el curso de los acontecimientos. En la frontera de Melilla, dos ganapanes que se hacen llamar activistas acaban de convertir su historial de violentos enfrentamientos con la policía fronteriza española en un conflicto que crece y crece cada día que pasa, hasta merecer la próxima visita a Marruecos del ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba. En un último ejemplo de cómo las autoridades de Rabat toleran (si es que no animan) la labor de chinche de Said Chramti y Chaouki Abdelmonaim, estos instalaron ayer tres jaimas a apenas un metro de distancia de los agentes españoles, pero en la llamada tierra de nadie, donde son literalmente intocables.

Un incidente del pasado 27 de marzo en ese lugar permite comprender mejor cuán volátil es la tensión. Fue la última vez en que hubo agentes heridos, algo común, al parecer, en ese destino. Aquel día, Chramti cerró el paso a los vehículos que intentaban entrar en España. Un policía antidisturbios recién llegado de Madrid se adentró unos pocos metros en la tierra de nadie para apartarlo. De repente, un grupo de marroquíes se abalanzaron sobre el agente y trataron de arrastrarlo hasta Marruecos. La tángana fue morrocotuda.

ACCESO ARABIZADO Por aquel episodio y otros, Chramti tiene prohibida la entrada en España, pero nadie le impide, como ayer, arabizar con tres jaimas, alfombras y sillas forradas de terciopelo de color burdeos la puerta de entrada a Melilla.

¿Exageran los policías españoles las provocaciones de esos dos activistas? Puede que no, porque Chramti cuenta las mismas historias pero henchido de orgullo. Por ejemplo, confiesa que es el responsable de un inconcebible incidente ocurrido el 19 de septiembre del 2008, cuando el jefe superior de la Policía Nacional en Melilla, Juan Manuel Calleja; el teniente coronel de la Guardia Civil Ambrosio Martín; el delegado de la Agencia Tributaria en la ciudad autónoma, Jesús Ignacio Pérez; y el inspector jefe del paso fronterizo, Vicente Goya Bronchado acudieron, vestidos de paisano, a una reunión de trabajo en Marruecos.

Ya de camino a casa, un grupo capitaneado por Chramti trató de zurrarlos. Los tres mandos policiales y el delegado de Hacienda tuvieron que refugiarse en una peluquería, hasta que la policía marroquí decidió rescatarlos. El inspector jefe no salió indemne. Ha estado dos años de baja hasta que ha podido reincorporarse al cuerpo, aunque con otro destino, en Cataluña.

Con este historial de incidentes como telón de fondo, el teatral golpe de efecto de las jaimas de quita y pon --anoche fueron retiradas del lugar hasta que se dicte nueva orden-- llega a comprenderse mejor. Hoy, con todo, no está previsto que se viva una nueva jornada de bloqueo de mercancías. Los dos activistas son muy pillos para algunas cosas, pero ayer estaban convencidos de que hoy es fiesta en toda España. Mañana será otro día.