"Sufro por mi madre, pero no le puedo pedir que deje la huelga de hambre", afirma contundente la hija de Aminetu Haidar, Hayat El Kossimi. Su hermano prefiere no hablar. Rompe a llorar tras leer una carta de la activista saharaui que reza: "Pienso en vosotros. Esto lo hago para que, cuando seáis mayores, viváis en libertad". En su casa, asediada día y noche por la policía secreta, el flujo de saharauis que entran y salen para apoyar a este símbolo del independentismo es imparable. "Estamos con vosotros", dicen orgullosos de sentirse representados por una de las defensoras de los derechos humanos que más reconocimientos internacionales ha cosechado. "Es nuestra Gandhi", subrayan los familiares más cercanos.

En el 2005, cuando saltó la Intifada saharaui, Haidar dio con sus huesos en una mazmorra, en la temida cárcel negra de El Aaiún, donde comenzó una durísima huelga de hambre. El ayuno se repite para la activista, aunque esta vez por negarse a asumir la nacionalidad marroquí, por lo que fue expulsada de la antigua colonia española el 14 de noviembre. "Si hubiera dejado de comer en el aeropuerto de Francia o en otro país, la habrían tirado a la calle, pero en España la solidaridad es impecable", dice emocionado Mohamed, tío de los hijos de Haidar, que no quiere decir su apellido.

JOVENES ENVALENTONADOS Los saharauis se hallan replegados en sus casas por las amenazas, pero grupos de jóvenes se muestran cada vez más envalentonados para llenar El Aaiún de consignas y banderas proautodeterminación y proderechos humanos. Creen en la resistencia y "preparan una segunda Intifada", asegura Mohamed. Solo esperan la oportunidad "para que se produzca el menor número de víctimas". Para él, el éxito de las movilizaciones masivas está en la espontaneidad. "Por eso no puedo hablar de fechas", añade.

En la calle, el mutismo es general, también en los lugares públicos, por el acecho de policías y militares. Pero en el interior de los hogares, el caso Haidar está en boca de todos. De hecho, en una boda que se celebró el sábado, el convite se convirtió en una manifestación a favor de la activista, con gritos de "Viva Aminetu, viva la luchadora".

La hija de Haidar es de las primeras en desafiar al régimen. "No tengo miedo y saldría a protestar por mi madre. Yo quiero la libertad, y por eso la apoyo", dice con entereza Hayat, que ve en su madre un modelo, un ejemplo de la perseverancia después de más de 30 años de un conflicto al que le está saliendo canas. Sin embargo, desde que la activista inició la huelga de hambre, la situación del Sáhara Occidental ha dado un vuelco radical. "Todo el mundo habla de nosotros. Cuando pensábamos que estábamos siendo olvidados, volvemos al primer plano", manifiesta contenta Jimi El Galia, la vicepresidenta de la Asociación Saharaui de Víctimas de Violaciones Graves de los Derechos Humanos (ASVDH), quien ha sufrido la tortura y la cárcel.

FURGONES EN CADA ESQUINA Llegar hasta su casa es un suplicio. Coches de la policía secreta siguen los pasos de observadores y periodistas. El refuerzo de la vigilancia no solo es visible junto a la casa de Jimi El Galia y de la familia de Haidar, también en otros barrios poblados por activistas. Mientras el conflicto no se resuelva, Marruecos mantendrá los dispositivos para impedir los gritos independentistas, las proclamas saharauis y las manifestaciones en contra de la expulsión de Haidar. "No nos amedrentan con furgones en las esquinas. El 99% de la población quiere vivir en libertad y luchará hasta el final", insiste Mohamed, convencido de que Haidar volverá a casa "viva". "La presión de EEUU y de Europa hará cambiar la visión de Marruecos".