El lema de la convención que el PP clausura hoy en Barcelona es Propuestas para el cambio . La idea de sus organizadores era, pues, que el foco mediático se centrara en los debates que se iban a producir en el seno del cónclave. Pero, una vez más, no pudo ser: los líos internos del partido se convirtieron, de nuevo, en los protagonistas de la jornada. Y los populares más rebeldes, Esperanza Aguirre y Francisco Camps, fueron las estrellas del evento, a pesar de que el líder, Mariano Rajoy, aprovechó la ocasión para volver a amenazar a los que osen desacatar las directrices que marque la autoridad competente. O sea, él.

Pero, por más advertencias que lanza Rajoy, sus diferencias con el PP de Madrid y Valencia no logran pasar desapercibidas.Y eso que algunos lo intentan, como demostraron ayer el propio Camps y los miembros de su delegación, que forzaron una foto no prevista con el jefe para vender reconciliación. Ante tal iniciativa, Rajoy claudicó y se dejó dar el abrazo del oso por el valenciano. Minutos antes de que se produjera dicho gesto de cariño, el líder popular había sentenciado ante los jóvenes de su partido: "Tengo bastante entereza para aguantar lo que me echen".

LEALTADES En el citado encuentro del jefe conservador con las Nuevas Generaciones de su partido, en formato similar al programa Tengo una pregunta para usted , se le preguntó a Rajoy si, ante tanta batalla interna, alguna vez se le había pasado por la cabeza "tirar la toalla". "No", respondió tajante. A continuación, dio algún detalle más al respecto. "Ahora estoy muy bien, aunque he tenido momentos mejores y peores. Pero mientras sienta el respaldo del partido y de la gente, estaré aquí", aseveró.

Con un tono más o menos informal, el presidente del PP fue contestando a los interrogantes que le planteaban los cachorros populares. Y en esas estaba cuando llegó el representante de Murcia y le soltó: "El PP ha vivido momentos difíciles, con una ejecutiva complicada aludiendo a la reunión en la que Rajoy amenazó a los díscolos con dejarlos fuera de las listas. A los jóvenes no nos gusta esa imagen. Queremos saber si la lealtad y el equipo deben estar por delante de la deslealtad y los personalismos".

El líder conservador podía haber esquivado el reto y haber salido por la tangente, tal y como ha hecho la última semana con los periodistas que le han preguntado por estos asuntos. Sin embargo, enfrentó la cuestión. "Tienes razón (...).Quiero que éste sea un partido nacional, limpio y unido. Nos unen las propuestas y las ideas y el respeto a las reglas de juego que nosotros mismos nos hemos dado. Estoy convencido de que así lo entienden todos y que se obrará en consecuencia. Y si no lo hacen, haré lo que todos vosotros queréis que haga", espetó. De esta manera, Rajoy se saltaba sus propias reglas --la de hablar solo de propuestas y futuro y no de crisis caseras-- y reeditaba su amenaza a los dirigentes rebeldes. Por si acaso.

Aún tuvo tiempo Rajoy para reivindicar su "independencia", añadiendo que él solo necesita el apoyo de su partido. "De lo demás, ya me encargo yo", sentenció. Terminó el encuentro con los jóvenes y llegaron los aplausos. En esas estaba el líder alrededor de la una de la tarde cuando Camps y su delegación llegaron con estrépito al Palacio de Congresos de Cataluña. "Aquí estoy. El militante Paco Camps sigue estando a pie de obra", enfatizó el valenciano. Y por si a alguien se le había olvidado, recordó que él respaldó el liderazgo de Rajoy "en los buenos y en los no tan buenos momentos".

Entre vítores de "¡presidente, presidente!" --Camps acudió acompañado de un séquito que actuó de claca--, el jefe del Gobierno valenciano entró en el recinto. Y fue entonces cuando forzó la foto con Rajoy. Mientras, Aguirre y su equipo paseaban por los alrededores, confirmando que la mayoría de los dirigentes del PP de Madrid no se quedarán, hoy, a escuchar al líder en la clausura de la convención.

ALMUERZO DISTENDIDO Llegó la hora del almuerzo y Rajoy invitó a comer a su dirección y a sus barones territoriales. A Camps y Aguirre, también. El ambiente fue distendido y se evitó la polémica. No obstante, a la salida, Camps recordó ante las cámaras la cantidad de votos que él aporta al PP.

Todo esto ocurrió en una convención en la que, supuestamente, se iba a hablar del futuro del partido y de propuestas. Pero de eso, hubo poco: tan solo un proyecto legislativo para proteger a la mujer y su maternidad ante el debate de la ley del aborto.