La supervivencia de Mariano Rajoy al mando del PP y la fortaleza de José Luis Rodríguez Zapatero para montar el feroz tigre de la crisis están en manos de 2.647.036 gallegos y 1.776.052 vascos. De lo que estos ciudadanos hagan hoy con su voto, dependerá el futuro del líder del PP y, en buena medida, la estabilidad del Gobierno español, además del signo de los ejecutivos de Galicia y de Euskadi.

Es previsible que en ambas comunidades todo acabe decidiéndose por un puñado de votos. En Galicia, Alberto Núñez Feijóo, hombre de Rajoy, intenta recuperar la mayoría absoluta que el PP perdió en el 2005 en favor de la alianza entre socialistas y nacionalistas. En Euskadi, los constitucionalistas (PSE y PP) podrían sumar por vez primera la mayoría y desalojar al PNV del poder, donde lleva tres décadas.

Más que en Euskadi --donde el PP no tiene ninguna posibilidad más allá de convertirse en eventual sostén del socialista Patxi López para que este pueda desbancar a Juan José Ibarretxe--, es en Galicia donde Rajoy se juega el porvenir.

LA CONDENA El PP tiene asegurada la victoria en las urnas gallegas, pero su aislamiento lo condena a lograr la mayoría absoluta para poder gobernar. Feijóo arrastra el pesado lastre de los escándalos de espionaje y de corrupción del PP, a los que ha habido de sumar la destitución del cabeza de lista por Ourense, fichaje personal suyo, por fraude fiscal.

Pese a eso, los socialistas llegan a las urnas con el ánimo encogido. El efecto combinado de la crisis, de la deficiente campaña de Emilio Pérez Touriño y del pobre balance democrático y de autogobierno del bipartito pueden disparar la abstención en el campo progresista.

El empeño sin parangón que ha puesto Rajoy --y también Zapatero-- en la campaña gallega no es gratuito. El veredicto tendrá un impacto enorme en la política española. Un triunfo de Feijóo sacaría del pabellón de terminales al asfixiado liderazgo de Rajoy, lo blindaría en la guerra intestina del PP y le insuflaría fuerza frente a Zapatero.

Los errores del ya ex ministro Bermejo han procurado a Rajoy un alivio momentáneo, pero si el PP no recupera Galicia, su jefatura quedará herida de muerte. Entonces, solo le quedaría confiar en que la corrupción hundiera a los enemigos que tiene en su propia casa. Pero con las últimas imputaciones hechas por el juez Garzón, ya no solo hay colaboradores de Esperanza Aguirre investigados; también del jefe del PP.

LA POLEA Como los contrapesos de una polea, si Galicia refuerza a Rajoy, debilitará a Zapatero. Si el PSOE pierde la Xunta, Zapatero tendrá enfrente a un líder revigorizado en vez de a un tipo renqueante acosado por las investigaciones judiciales y las puñaladas de los suyos. Y si además, como consecuencia de las elecciones vascas, el PSOE perdiera el apoyo del PNV en el Congreso, Zapatero debería afrontar los duros tiempos en una situación de debilidad extrema, tiritando de fiebre. Justo cuando más robustez necesita.

En Euskadi, el PSE, con el imprescindible concurso del PP, podría tener la opción de descabalgar al PNV, un hito en la moderna historia vasca. Si López ganara el pulso con Ibarretxe, el PNV poco podría objetar. Pero si fuera al revés, un Ejecutivo en minoría del PSE ni podría recurrir al PNV para manejar la legislatura, ni podría esperar entrega leal del PP. La ingobernabilidad estaría servida. Y en el Congreso, Zapatero perdería la ayuda peneuvista. Pero, para el PSE, renunciar a la presidencia vasca teniendo los apoyos para lograrla sería como enterrarse en vida. Un seísmo sacudiría al partido, y no solo en el País Vasco.

Para Zapatero, lo más interesante sería que las cosas quedasen como están en Galicia y que en Euskadi cambiasen solo lo justo para que un PNV ganador quedase en situación de dependencia del PSE, de tal modo que este pudiera exigir a la dirección peneuvista que cortase alas a los soberanistas. Los partidos esperan el escrutinio con el alma en un puño. Algunos tienen en el puño varias almas.