Como la noche y el día. Así han sido las campañas electorales vasca y gallega. En Euskadi, lo ajustado de los pronósticos ha provocado una actitud conservadora de todos los partidos que se juegan algo este domingo. En Galicia todas las encuestas anuncian la reedición del bipartito, pero el PP ha logrado crear al menos la percepción de que puede recuperar la mayoría absoluta. Y la campaña allí ha sido de las más ásperas que se recuerdan, plagada de acusaciones de corrupción y de descalificaciones personales.

En el País Vasco, los tres principales partidos han jugado a no perder, a no errar, a mantener fijos sus respectivos mensajes. El PNV enterró en el cajón los planes soberanistas de su candidato, Juan José Ibarretxe, para tratar de recuperar a sus votantes moderados. Por ello, el candidato a la reelección se ha pasado los 15 días de campaña con un único mensaje, basado en "vender" su gestión al frente del Gobierno tripartito, especialmente en la lucha contra la crisis.

En el segundo tramo de la campaña, el PNV se ha dedicado al mensaje del miedo, al advertir a de que PSOE y PP, si suman mayoría absoluta, accederán al Gobierno y por primera vez la Lendakaritza estaría, según esa visión, teledirigida desde Madrid. El PP ha dedicado su campaña a pronosticar algo sustancialmente diferente: que los votos al socialismo vasco pueden acabar sirviendo para apoyar a un nuevo Gobierno del PNV.

DISCURSOS Estos dos discursos han permitido en buena medida al candidato del PSE, Patxi López, situarse justo donde pretendía: en la centralidad. Ha evitado en todo momento definir sus posibles pactos poselectorales, más allá de proclamar que no renuncia a ningún apoyo, exceptuando un gobierno de coalición con el PP. López ha propuesto un nuevo tiempo basado en el pacto y la superación del frentismo. Lejos ha quedado, pues, la estrategia de Nicolás Redondo Terreros de optar claramente por el bloque llamado constitucionalista. Patxi López ha conseguido trasladar su idea de cambio tras 10 años según él "perdidos" por Ibarretxe, empecinado en sus planes soberanistas. López ha medido muy bien sus palabras al afirmar que "con el PNV de Ibarretxe" no hay nada que pactar. De lo que se deduce que con otros dirigentes y sectores del PNV sí se podrían tejer entendimientos futuros entre ambos partidos.

La casi anodina campaña vasca ha contrastado con la intensa y cambiante quincena gallega. Allí la carrera electoral comenzó con los peores presagios para el PP y se ha acabado con una intensa sensación de miedo en las filas socialistas por la posibilidad de perder el Gobierno.

EL LODO GALLEGO Hace dos semanas el PP gallego se mostraba preocupado por cómo le afectarían los escándalos en Madrid. Además, los populares destituyeron a su candidato por Ourense al descubrirse que había defraudado a Hacienda y tenía una cuenta en las islas Caimán. Y las encuestas pronosticaban la reedición del bipartito entre los socialistas y el BNG.

Pero la falta de movilización del electorado progresista y un agresivo contrataque del PP han generado un cambio de tendencia. El riesgo de la abstención se atribuye a la crisis y a una cierta decepción en la izquierda por la gestión del bipartito. Sobre ello, los populares han martilleado con los supuestos despilfarros del candidato socialista, Emilio Pérez Touriño, y en errores del líder del BNG, Anxo Quintana, como su acto con jubilados que creían ir a Portugal. Para su estrategia, el PP ha contado con el líder del partido, Mariano Rajoy.

Frente a los ataques, Touriño tardó en reaccionar. La prueba del nerviosismo socialista ha sido que ha pasado casi a jugárselo todo a la carta del líder del PSOE, José Luis Rodríguez Zapatero, que ha multiplicado sus actos previstos y ha pedido el voto como si él fuese el candidato.