Pese al "optimismo antropológico" del que tanto presume, el ánimo de José Luis Rodríguez Zapatero flaqueó el miércoles tras su enconado debate con Mariano Rajoy. El no a todo del líder del PP, y en especial su denuncia de que el Ejecutivo "traiciona a los muertos" al buscar el fin de ETA, contrarió al presidente. Le irritó la "insidiosa" utilización de las víctimas del terrorismo en que había incurrido Rajoy. Y le preocupó que el PP haya decidido complicar aún más las reformas territoriales, que a este paso se desarrollarán, en el mejor de los casos, a cara de perro.

La densa agenda territorial trazada por Zapatero se divide en tres fases: la primera, la inmediata corrección del déficit sanitario y la posterior mejora de la financiación autonómica; después, los cambios estatutarios que llegarán al Congreso a partir de otoño; y por último, desde el 2006, la revisión acotada de la Constitución.

Dos ofertas

Para afrontar la reforma constitucional, que requiere el apoyo de tres quintas partes del Congreso y el Senado, cobran gran relevancia los 148 diputados y 123 senadores del PP. Su concurso es "imprescindible", en palabras de Zapatero, quien también ha definido "muy conveniente" sumar al PP al consenso sobre la financiación y los estatutos pese a que su voto no sea decisivo. Tan "conveniente" juzga el apoyo del PP, que en una semana el presidente ha ofrecido a Rajoy un pacto territorial en dos ocasiones: el 6 de mayo, por teléfono, y el miércoles, en el Congreso.

Ayer, aún reciente el inquietante discurso proferido la víspera por Rajoy, miembros del Gobierno y diputados socialistas se mostraban muy escépticos sobre la disposición al diálogo del PP. "Si se ha echado al monte Rajoy, al que creíamos moderado, es que en la llanura ya no queda nadie", se lamentaba un alto cargo gubernamental. Todos coincidieron en que, aunque Zapatero le tienda la mano, la huida hacia adelante de Rajoy no tiene marcha atrás.

Con dinero de por medio

Tras las elecciones gallegas de junio, sobre todo si Manuel Fraga pierde el poder, el líder del PP puede tener la tentación de boicotear la inminente conferencia de presidentes, centrada en la financiación. Al margen de lo que haga Rajoy, el Gobierno negociará por separado con todas las autonomías para que, con recursos financieros de por medio, los barones del PP se rebelen contra la dirección.

Similar estrategia seguirá el Ejecutivo con los estatutos. Convencido de que un Rajoy radicalizado no podrá frenar las ansias de autogobierno de los populares valencianos, baleares o canarios, un ministro aseguraba ayer en privado que Zapatero sacará adelante todas las reformas "con o sin apoyo del PP".

El PSOE, además, rechazará la pretensión del PP de limitar el cambio constitucional a la igualdad entre hombre y mujer en la sucesión a la Corona. Y es que la sospecha de los socialistas es que Rajoy pretende abortar los otros retoques, referidos al Senado, la lista de las autonomías y la Unión Europea.