Tal vez no hubo acuerdos concretos, pero sí voluntad de lograrlos. José Luis Rodríguez Zapatero y Juan José Ibarretxe pusieron ayer punto final a la guerra fría que presidió las relaciones entre Madrid y Vitoria en el último mandato de José María Aznar. El presidente no exigió al lendakari que abjurase del proyecto soberanista conocido como el plan Ibarretxe, pero sí consiguió que se comprometiera a implicar a Euskadi en "un proyecto común de Estado".

No fue la primera conversación entre ambos, ni será la última. A la ya tradicional presencia de la bandera autonómica de turno, en este caso la ikurriña, Zapatero añadió otros gestos para afianzar este nuevo periodo de distensión con el Gobierno vasco. Guió a su invitado en un largo paseo por los jardines de la Moncloa y le mostró algunas dependencias. Tal deferencia motivó que la charla, de tres horas, fuera la más larga que Zapatero ha mantenido con un presidente autonómico. Salvo con Pasqual Maragall, con quien cenó la víspera de su reunión oficial.

De muy buen humor, el lendakari bromeó ayer a cuenta del largo periodo transcurrido desde que, el 30 de julio del 2001, Aznar se avino a recibirle en la Moncloa por última vez. En aquella tensa entrevista, Ibarretxe le pidió que retomaran el diálogo tras el verano, pero el entonces presidente no volvió a llamarle. "Ha sido un paréntesis veraniego de tres años de duración", ironizó ayer el lendakari.

PROPOSITO COMUN Poco, apenas nada, trascendió del contenido real de la charla. Ibarretxe y el ministro Jordi Sevilla, como portavoz de Zapatero, se esforzaron en soslayar los puntos de divergencia entre ambos Gobiernos para enfatizar el propósito común de superarlos.

En su alocución, en euskera y castellano, el lendakari enunció así el principal mensaje que había transmitido a José Luis Rodríguez Zapatero: "Los vascos y vascas estamos dispuestos a participar en un proyecto de Estado si, lógicamente, así lo decidimos". Dicho de otro modo, Euskadi no renuncia a ejercer su derecho a la autodeterminación, pero tampoco que su decisión sea seguir en España.

Juan José Ibarretxe también anunció su voluntad de "hablar de política con mayúsculas" y participar en el incipiente proceso de "reforma del Estado", que abarca la revisión de los estatutos y de la Constitución. Un anuncio relevante, porque el PNV, tras participar en la redacción de la Carta Magna en 1978, acabó por negarse a respaldar el texto constitucional.

"Es posible hacer un Estado español en común si las naciones y las regiones así lo decidimos. Si no, no es posible", sentenció el mandatario vasco, tras celebrar que Zapatero le dijese ayer lo que Aznar se negó a reconocerle: "Que, aunque no comparte mis ideas, las respeta".

Entre líneas, Ibarretxe deslizó ciertas afirmaciones que Zapatero escuchó con alborozo desde su despacho. Por ejemplo, la siguiente: "No es posible de manera unilateral aplicar la idea de la unidad del Estado, ni tampoco las decisiones de la sociedad vasca". O ésta otra: "No he venido a pedir nada, sino a ofrecer un proceso de diálogo y una vía de encuentro bilateral para tratar de buscar soluciones". Y, por el último, el anuncio de que Madrid y Vitoria trabajarán "con discreción" para resolver el conflicto soberanista que comporta el plan Ibarretxe.

EL CALENDARIO Meses atrás, el lendakari anunció que en diciembre de este año el Parlamento vasco votaría su proyecto soberanista, que sólo puede salir adelante si cuenta con el apoyo de Sozialista Abertzaleak, los herederos de Batasuna.

El Ejecutivo de Zapatero espera que Juan José Ibarretxe alargue el calendario y que, tras las elecciones autonómicas --convocadas para la próxima primavera--, el PNV necesite para poder gobernar el apoyo de los socialistas vascos, lo que forzaría a Ibarretxe a tener que moderar su reforma estatutaria.