Santiago de Compostela. Año Xacobeo. Once de la mañana. Miles de peregrinos y naturales de la zona pasean por la ciudad. Llueve y hace frío. La carretera que separa la capital de Galicia de Camariñas, en la Costa da Morte, apenas suma 80 kilómetros. Pero recorrerlos lleva más de hora y media.

José Luis Rodríguez Zapatero no tiene oportunidad de comprobar la necesidad urgente de nuevas infraestructuras que luego le reclamarán los alcaldes y marineros de la zona, que apenas empieza a levantar cabeza tras la catástrofe ecológica que azotó Galicia en noviembre del 2002. El llegará en helicóptero a Camariñas, la pequeña población coruñesa de 6.000 habitantes en la que inauguró ayer su primera visita institucional como presidente del Gobierno a una comunidad autónoma. Se lo debía a Galicia, se cansan de repetir sus colaboradores. Prometió en campaña que iría si ganaba. Y ganó. Prometió también que, como presidente, haría cuanto pudiera por ayudar a los perjudicados por el Prestige .

Cielo abierto

El cielo se abrió y resplandeció el sol justo a tiempo para el aterrizaje de Zapatero en Camariñas. Tampoco pudo comprobar el presidente en carne propia las inclemencias del tiempo gallego. Con todo Camariñas en la calle, el jefe del Gobierno paseó su palmito, aclamado por la gente. Y acompañó su andar y sus saludos con varios anuncios que contentaron a los autóctonos: la adjudicación este mes del puerto exterior para A Coruña, estimado en 500 millones de euros; la ampliación en 10 millones de euros del Plan Galicia, ya reforzado con otros 246 millones en el último Consejo de Ministros; y la construcción en astilleros gallegos de un nuevo buque oceanográfico.

En su paseo por Camariñas hasta llegar a la Casa da Pedra, donde se reunió con las cofradías de pescadores y alcaldes de la Costa da Morte, la gente le estampaba con idéntica rotundidad besos y peticiones. El asunto más reclamado: el saneamiento de las aguas que se vierten directamente sobre la playa. "Es una vergüenza --le atacó una mujer a cara de perro--. Dígaselo a quien corresponda". Zapatero, sonrisa imperturbable, respondió: "Esta misma tarde se lo diré a Fraga". Ya en Santiago, mantuvo una reunión protocolaria con el presidente de la Xunta, al que invitó a la cena con la que le agasajó el alcalde socialista de Santiago.