Del Senado, ese misterio durante no pocas legislaturas, descubrieron los españoles en octubre del 2017 una función hasta entonces desconocida. Es en la Cámara alta donde se guarda la llave del artículo 155 de la Constitución, ese que permitió hace dos años, en una lectura algo alegre de la Constitución, destituir a la totalidad del Govern de la Generalitat y, en la práctica, convertir al presidente del Ejecutivo central en un plenipotenciario ‘president’. No es poco. Las elecciones de este 10-N han introducido una singular novedad. Como en el cine de catástrofes bélicas nucleares, serán necesarias como mínimo dos llaves para activar ese ‘arma de destrucción política’. Ningún grupo parlamentario tendrá mayoría absoluta, algo inusual en el Senado.

Gana el PSOE, pero pierde contra sí mismo si se toman como referencia las elecciones del 28A. Con el 90,58% del escrutino, los socialistas cosechan 94 senadores. Cae 29. El PP pierde, claro, pero lo hace igual que Holanda salió derrotada frente a Alemania en el Mundial de 1974, con el placer de la victoria táctica. Pasa de lograr solo 54 escaños el pasado abril a recolectar 81 este domingo. El sistema electoral del Senado, y eso no es nuevo, es un canto a la desproporcionalidad.

En las elecciones del pasado abril se propuso de forma alocadamente viral y a través de redes sociales que los simpatizantes de los tres partidos más escorados a la derecha en la politica española señalaran una casilla de cada candidatura. Aquel ataque en tres flancos, seguido solo parcialmente (las redes sociales, ya se sabe, no son el mundo real) benefició sobremanera al PSOE, que le dio la vuelta como un calcetín a la Cámara alta, de la mayoría absoluta del PP se pasó en un pispás a la de los socialistas.

Sorpresa en Teruel

Para ser el hemiciclo donde, se supone, se tiene que ofrecer un cuadro del Estado de las autonomías (incluso antaño se organziban allí debates periódicos sobre la cuestión territorial), el Senado es, sobre todo este 10N, el mayor feudo del bipartidismo. Hasta extremos insospechados, se podría afirmar. Vox, que tras el recuento de las papeletas del Congreso de los Diputados se proclamó ganador moral de las elecciones, ha obtenido en el Senado solo dos escaños, uno en Ceuta y otro en Murcia. Los votantes de Vox parece que se han manejado con esa sábana salmón que era la papeleta del Senado mucho peor que los de ¡Teruel existe!, una de las campanadas de la jornada, con dos escaños con el 90% del voto escrutado en esa provincia.