Si alguien pensaba que la repetición de las elecciones iba a aclarar las cosas de cara a los pactos se equivocó de extremo a extremo. Las elecciones de ayer para lo único que sirvieron fue para que la extrema derecha creciera más del doble y que el PP de Casado se recuperara algo frente a la caída sufrida en abril. Si Vox ha sido el gran vencedor porcentual de los comicios de ayer, el gran derrotado ha sido Ciudadanos. Albert Rivera, que ya anunció que no tendría reparos en dimitir si se producía una batacazo ¿lo hará? ha pasado de ser la tercera fuerza parlamentaria a ser la sexta, incluso por detrás de (ERC), uno de sus enemigos naturales en Cataluña.

Los electores hablaron ayer claro y alto: quieren pactos, un gobierno que dirija el país mediante acuerdos puntuales. No quieren mayorías absolutas y tampoco quieren volver a las urnas. Y los partidos ya han vivido en sus carnes las consecuencias de lo que sucede si se vuelve a votar.

El bloque de izquierdas ha mermado respecto a abril pasado. La suma de PSOE, Unidas Podemos --que también ha descendido en el número de escaños-- y Más País, el partido liderado por Íñigo Errejón, no suman para poder lograr la investidura.

Mientras, la derecha de Pablo Casado, Santiago Abascal y Albert Rivera y Nueva Canaria y Navarra Suma tampoco lograr los votos suficientes.

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El dirigente del Partido Popular afirmaba que si lograba un voto más que Pedro Sánchez optaría a la investidura. No es así y tendrá que esperar a unas nuevas elecciones. La duda es si éstas serán dentro de otros seis meses o dentro de cuatro años.

Lo que se desprende de los resultados de ayer son lecciones que no pueden caer en saco roto y que han de ser valorados en su justa medida.

El PSOE pensaba que una repetición electoral le iba a beneficiar, castigando la osadía de Unidas Podemos de querer controlar el Gobierno sin haber ganado las elecciones. Pero los asesores de Sánchez no tuvieron en cuenta que convocar los comicios coincidiendo con la sentencia del procés era un riesgo que podría costarle caro. No ha sido así finalmente. Sánchez ha aguantado y se ha mantenido igual.

Pero el líder socialista no esperaba que la ultraderecha iba a ser la gran beneficiada de la crisis catalana por la sentencia del Supremo. Vox y PP han subido de forma importante su representación en el Congreso a costa de un Ciudadanos que se ha dado el gran batacazo. El hundimiento de Rivera puede costarle el puesto y aupar a Inés Arrimadas a presidir la formación naranja.

Pero la gobernabilidad española sigue estando en manos de Cs si apoya a Sánchez en su investidura o en manos de los nacionalistas vascos y de los independentistas catalanes, algo que no le gustaría nada al PSOE, porque sería el arma arrojadiza permanente de la derecha y una espada de Damocles que le podría pasar factura en un futuro no muy lejano.

El PNV ha subido dos escaños, pasando de cinco a siete y EH Bildu ha ganado uno.

Y en Cataluña las cosas se han mantenido más o menos igual pero con la presencia por primera vez de la CUP, que ha arrebatado escaños a ERC, que pierde dos y se queda en 13. JxCat sube otros dos.

Las próximas semanas serán decisivas para los próximos años en España. Urge la formación de un gobierno que tome decisiones urgentemente para hacer frente a la desaceleración de la economía que se avecina y afrontar los retos sociales que quedan pendientes en España.