Gracias a esta campaña, sorprendente donde las haya, cualquier interesado en la política sabe ya que Mariano Rajoy, el presidente del Gobierno que desea por encima de todas las cosas seguir siéndolo al menos cuatro años más, es bueno jugando al futbolín; se defiende con el dominó; está poco acostumbrado a encender la cocina en su casa --la Moncloa desde el 2011-- ; es de los que creen en la efectividad de las collejas para intentar frenar los impulsos de los hijos y tiene temple, corpulencia y forma física suficiente para aguantar un puñetazo tan fuerte como inesperado sin caer al suelo. Y buen tino para no hacer de un ataque inesperado (intolerable) ni un drama ni un arma electoral estando a las puertas de unas elecciones trascendentales. Seguramente el haber sufrido dos graves accidentes en la vida, uno de coche y otro de helicóptero, le han dado tablas.

Rajoy se ha hecho mayor. Ha cambiado. Ha dejado de fumar. Ya no perdona ni un día sin una caminata o una sesión de gimnasio. Sostiene que le ayuda a conservar el equilibrio. Y que esa rutina, como la de desayunar siempre en familia pase lo que pase salvo que un viaje lo impida, favorece que se haya enfrentado con más calma a situaciones graves: entiéndase una sesión de vértigo de la prima de riesgo; un amago de rescate (completo) a España o la constatación de que algunos de sus amigos (Rodrigo Rato) o colaboradores de confianza (Luis Bárcenas) protagonizaban escándalos, ocultaban fortunas al fisco y le colocaban en una situación más que delicada ante la opinión pública, como los resultados electorales cosechados en las últimas europeas o municipales se han encargado de evidenciar.

Vaivenes

El gallego tiene 60 años y ha decidido hacer de eso una virtud con la que ofrecer seguridad a los que temen el cambio. "Yo tengo experiencia", presume, para inmediatamente repasar ante quien le escuche un currículo que poco tiene que ver con el registro de la propiedad, la labor que pretendía realizar cuando con 23 años aprobó la oposición. Entró en política en el 77, con Alianza Popular. Simultaneó la pegada de carteles con la universidad. Es nieto e hijo de profesionales del derecho. Su padre, a quien define como su referente en cuanto tiene ocasión (a su madre la perdió pronto), vive con el presidente, su nuera y sus nietos en la residencia monclovita. Allí recibe cuidados propios de un señor que supera las 94 velas y que, según el protagonista de este perfil, le ha enseñado, entre otras cosas, a no afanarse en la crítica a los otros o a no alardear de lo que no sabe.

Ha sido concejal, presidente de diputación, vicepresidente autonómico, ministro de casi todo, sucesor de José María Aznar, candidato fallido y, por fin, jefe del Ejecutivo. Tras su segunda derrota en unas generales, en el 2008, a punto estuvo de tirar la toalla. En la memoria de muchos aquella triste y tierna foto de balcón, junto a su mujer, Viri , que lloraba y se abrazaba a un Rajoy que volvía a cosechar una derrota. La suerte terminó por cambiar y llegó al poder. Eso sí, para tener que hacer frente a la asfixia económica de España y la crisis territorial más grave que se ha vivido en democracia. Su gestión de estos y otros asuntos ha sido juzgada este 20-D en las urnas: los españoles han decidido hacerle ganador, pero arrebatarle la mayoría absoluta y obligarle a buscar pactos.