Nada más abrir los colegios electorales, el pasado domingo, un anciano que aguardaba en la puerta de un centro en Triana, se acercó enérgico a su mesa de votación y esgrimió una papeleta del PSOE. "Llevo 30 años votando a este partido y mira lo que me han hecho hacer", le dijo a los miembros de la mesa, y acto seguido tachó con un bolígrafo el logo socialista, lo metió en el sobre y lo depositó en la urna.

Un día después del 20-N, en Andalucía, cada partido se esfuerza por adivinar si el terremoto del PP que ha sacudido las generales tendrá una réplica dentro de cuatro meses en esta región. Los populares lo dan por descontado: creen que las autonómicas sacudirán a Andalucía, porque el epicentro de las generales que han dado la victoria a Mariano Rajoy está aquí (más del 45% de los nuevos votos del PP nacional sale de esta región).

Pero los socialistas están concentrados mirando la papeleta arañada de aquel hombre jubilado, la de él y la de los 750.000 votantes que han abandonado al PSOE. Todos los miembros del partido, desde Griñán hasta Manuel Chaves, insistieron ayer en que hay partido hasta las autonómicas, pero no será un partido fácil. Los socialistas aún tienen que driblar con un más de un millón de parados en Andalucía y todavía son herederos de la política de recortes sociales que aprobó José Luis Rodríguez Zapatero en mayo de 2010.

Además internamente arrastran la aparatosa reforma del sector público que ha levantado un polvorín dentro de la Administración andaluza con sus propios funcionarios enfurecidos, y cargan el bochorno del fraude de los expedientes de regulación de empleo, el llamado caso ERE.

Sin embargo, el mayor problema que afrontan ahora, coinciden los expertos consultados, es que se ha quedado sin discurso combativo. "Nunca he creído en los votos del miedo. El resultado electoral siempre se debe a lo que haya hecho el Gobierno", resume Javier Torres Vela, expresidente del Parlamento. Los socialistas han desgastado durante la campaña a las generales el mensaje del miedo al advenimiento de la derecha y a los recortes que aplicaba el PP en sus comunidades, pero no ha funcionado. El PSOE andaluz espera que en estos cautro meses Rajoy les dé nueva munición, introduciendo medidas impopulares empujado por las necesidades de los mercados financieros y por los dictados de Alemania y de la UE.

Pero, ¿servirá reproducir la misma estrategia de confrontación que no le ha funcionado a Rubalcaba? A día de hoy, no parece que Griñán y que el conjunto del PSOE maneje un discurso alternativo. En el camino, el líder andaluz también podría encontrarse pugnas internas -los críticos del PSOE malagueño ya empezaron a reclamar dimisiones ayer- que desdibuje la unidad antes de entrar en combate contra un PP, cuyo único riesgo ahora es que Rajoy precipite ese hipotético programa oculto.