Estamos a pocos días de poder ejercer nuestro derecho al voto. Y si es un derecho, y no una obligación o simplemente está prohibido, es porque hubo muchas personas que en su día dedicaron sus vidas, e incluso muchas de ellas la perdieron en la lucha por la libertad, para poder decidir qué personas regirían el país los próximos años.

Por ello, y por ellos, votar no solo es un derecho; es un deber de la ciudadanía que nos compromete y nos sitúa ante nuestras propias contradicciones, y que, a veces, pasado un tiempo, hace que nos arrepintamos porque defraudaron nuestras expectativas. Si queremos una democracia participativa en la que la ciudadanía no sea solo un voto y que podamos incidir en la política real es necesario que nos impliquemos, que no lo dejemos todo en manos de otras personas.

La política, en mayúsculas, es necesario que la reforcemos con nuestra participación, porque, en caso contrario, serán los llamados mercados o los tecnócratas quienes aplicarán medidas que responderán a intereses que la mayoría de la ciudadanía no ha decidido y que casi siempre son los de los poderes fácticos de cada sociedad. La poca claridad de los programas de algunos partidos, la escasa credibilidad de otros o ambas cosas de quienes aspiran a gobernarnos, no debe de impedirnos votar. Yo considero que quienes mejor representan a los intereses de la mayoría son los partidos de la izquierda y progresistas; pero estos, y todos, han de realizar, y no solo en la campaña electoral, una labor de cercanía, de pedagogía y, sobre todo, de escuchar a las personas, para que nos hagan volver a entender la política como un valor importante para la ciudadanía.

La crisis financiera y económica en la que estamos sumidos debe de servir para realizar cambios en nuestras estructuras económicas y financieras, tanto en nuestro país como en Europa y el mundo. Hay que dar un "golpe de timón" que haga virar todo el entramado especulativo que beneficia a los más poderosos por un entramado que permita un desarrollo de los pueblos y de sus habitantes de forma armónica, equilibrada y justa.