La incertidumbre del resultado, es decir el hecho de que todos los sondeos de opinión conocidos señalen una escasísima diferencia en intención de voto, ante las elecciones generales, entre PSOE y PP hace no solo que esta campaña recién comenzada tenga más morbo de lo habitual, sino que ha obligado a los dos grandes partidos a replantearse sus estrategias.

Por una parte, el Partido Popular, que ha conseguido aguantar toda esta legislatura, a pesar de estar marcada en su inicio por el impacto de una derrota no esperada, sin despegarse electoralmente del PSOE, sabe que tiene, como gran baza, una altísima fidelidad de sus votantes. La solidez de esta base electoral le permite orientar su campaña hacia la captación del fluctuante voto centrista --el centro también existe aunque lo niegue Alfonso Guerra-- incluso hacer guiños a sectores de la izquierda desencantada.

Por otro lado, el PSOE, a pesar de sus cuatro años de gobierno, o quizás por sus cuatro años de gobierno, no ha conseguido afianzar esa parte del voto inesperado que le dio la victoria hace cuatro años y que ahora se muestra remiso a la hora de votar. Por eso, los estrategas de la campaña socialista la han orientado, remarcando la incertidumbre del resultado en la convocatoria del 9 de marzo, hacia la estimulación de esa bolsa más de indiferentes que de indecisos y para hacerlo recurren a algunos mensajes con los que se trata de meter miedo. Miedo a la vuelta del Partido Popular al poder. Esto se explicita en la campaña de los socialistas catalanes: "Si tu no vas, ellos vuelven", disfrazando además a los líderes del populares como pistoleros de Tarantino.

El 9 de marzo nos enteraremos de si estas estrategias funcionan o no, pero uno tiene la impresión de que somos lo bastante maduros en nuestra andadura democrática como para asustarnos de que nos gobiernen unos u otros. A algunos nos gustaría que ganase el Partido Popular, y a otros el PSOE, pero ninguno de los dos nos da miedo. Ya somos mayores y, desde luego, no somos Caperucita para que nos asusten con el lobo. Porque no hay lobo.