Pedro Sánchez anunció primero que iba a llevar los Presupuestos al Congreso aunque no tuviese el apoyo de los grupos parlamentarios al proyecto, después que no lo haría porque no quería «marear a los españoles» y ahora, finalmente, ha decidido que sí los va a tramitar. En un nuevo giro de su discurso, el presidente del Gobierno trasladó ayer su intención de aprobar en enero las cuentas públicas, que por el momento solo cuentan con el apoyo de Unidos Podemos, con quien ha pactado sus líneas maestras.

«Vamos a intentar aprobarlos», dijo el líder socialista en Tele 5. Y si no logra sacarlos adelante, «el Gobierno tendrá que replantearse muchas cosas», continuó Sánchez, en referencia al posible adelanto electoral, que frustraría su plan de culminar la legislatura. La suerte de las cuentas públicas en el Congreso se prefigura complicada, debido al rechazo de ERC y el PDECat. Pero con su anuncio, el jefe del Ejecutivo vino a cerrar la puerta a la posibilidad de celebrar elecciones en marzo. Por el momento, el Consejo de Ministros aprobará este viernes un plan de empleo juvenil con una dotación de 2.000 millones de euros para los tres próximos años. Y antes de que acabe el año, el Ejecutivo activará la subida hasta los 900 euros del salario mínimo.

El anuncio de Sánchez supone más presión para ERC y el PDECat: se produce tras las protestas de los empleados públicos en Cataluña por unos recortes que, según el Ejecutivo, se podrían revertir con los Presupuestos del 2019. También viene después del batacazo del PSOE en las elecciones andaluzas del pasado domingo, cuyos resultados han vuelto a enrarecer sus relaciones con Susana Díaz, presidenta en funciones y tradicional rival interna.

El ambiente actual en el PSOE tiene algo de dejà vu, pero con los papeles cambiados. Si hace dos años fue Díaz quien maniobró para echar a Sánchez del liderazgo del partido, ahora es Sánchez el que presiona para que Díaz deje su puesto en Andalucía tras el golpe electoral, que le sitúa a las puertas de perder el poder tras casi cuatro décadas. Pero el presidente no quiere una guerra abierta, o al menos no todavía, así que ayer José Luis Ábalos, secretario de Organización, rebajó el tono que había empleado solo 24 horas antes.

En lugar de insistir en la necesidad de que el socialismo andaluz se «renueve» y «regenere», Ábalos optó por palabras más conciliadoras. «Yo en ningún caso he planteado dimisiones de nadie», dijo el número tres del PSOE y ministro de Fomento, que compareció tras la reunión de la ejecutiva para evaluar los recientes comicios, en los que los socialistas perdieron 14 escaños, abriendo la puerta a que la derecha gobierne la Junta si el PP, Cs y Vox se ponen de acuerdo.

LA RESISTENCIA DE DÍAZ / Pero esta retórica suave no implica que la estrategia haya cambiado. La dirección del PSOE sigue creyendo que Díaz debe irse si no conserva al poder, porque considera que la culpa de la derrota es suya. Durante su intervención en la ejecutiva, el propio Sánchez, según fuentes presentes en el encuentro, endosó la responsabilidad a Díaz. El presidente del Gobierno dijo que habían pesado los 36 años de gobierno socialista en Andalucía, su derrota en las primarias, su «mala imagen» y el «tono regional» de la campaña que había liderado, mientras el resto de partidos se movían en clave nacional.

Pero el presidente Pedro Sánchez no quiere desatar ahora una guerra interna con la federación socialista que es la más numerosa. La idea es esperar, para que la presidenta en funciones asuma que no le queda más remedio que dar paso a otro dirigente. La ministra de Hacienda, María Jesús Montero, es quien más suena como relevo.