No va a pedir perdón Susana Díaz Pacheco (Sevilla, 1974) porque el PSOE lleve casi 37 años gobernando en Andalucía, ni porque sus antecesores en la Presidencia de la Junta de Andalucía estén en el banquillo. Sobre lo segundo, ha repetido mil veces que se produjo en una etapa anterior a su mandato y que el periodo que ella abarca está completamente limpio de corrupción. Sobre lo primero, ya lo dice el eslogan de su partido, más PSOE es «+ Andalucía» y continuidad de un proyecto de desarrollo para su tierra. Así que, sin complejos ni contemplaciones (cada vez rebate las críticas con más contundencia y menos agresividad) se lanzó hace meses a recorrer pueblos todos los fines de semana y, llegada la campaña, las veinticuatro horas del día. Otra cosa podrá decirse de ella, pero nadie podrá llamarla vaga.

En el no parar de la campaña sus allegados dudan de si las encuestas favorecen o no al PSOE al darlo por claro ganador, pero con una mayoría insuficiente para gobernar con tranquilidad. Y ahí ha resumido su mensaje esta trianera licenciada en Derecho (tardó lo suyo, pues ya estaba en política) que lo mismo emplea el lenguaje popular («criatura» dijo hace poco al referirse a su marido) y recuerda sus orígenes sencillos como hija y nieta de fontanero que se entrevista con el Rey en un perfecto uso del protocolo. Una socialista clásica, sin los coqueteos con las fuerzas que están a su izquierda a los que acostumbra el que fuera su archienemigo en el PSOE, Pedro Sánchez, ahora animoso aliado en la búsqueda del voto andaluz. Constitucionalista, dispuesta a frenar un estado de las autonomías que otorgue más privilegios a los separatistas, Díaz busca el voto del centro y la izquierda moderada y se prepara para un escenario que, si se cumplen las encuestas, la obligará a buscar la alianza de Adelante Andalucía... Con el PP no se cuenta, y Ciudadanos ya ha dicho que no, aunque también lo dijo en el 2015 y luego cambió.

Susana Díaz es política a tiempo completo desde que con 17 años ingresó en las Juventudes Socialistas de Sevilla. Lo sabe todo sobre los mecanismos internos de su partido, donde ha desempeñado todo tipo de cargos hasta obtener la secretaría general del PSOE-A, y también sobre las instituciones. Ha sido concejala, diputada en el Congreso y parlamentaria andaluza desde el año 2008, también senadora entre 2001 y 2012 hasta que el 6 de mayo del 2012 José Antonio Griñán la nombró consejera de Presidencia de la Junta de Andalucía. Con la renuncia de Griñán en el 2013 asumió la Presidencia de la Junta en un gobierno en coalición con Izquierda Unida (las elecciones del 2012 las ganó el PP de Javier Arenas) hasta que rompió el pacto y disolvió la Cámara andaluza, convocando elecciones en el 2015. Hizo la campaña embarazada de su primer hijo y ganó las elecciones, pero pasó casi tres meses sin poder formar gobierno hasta que Ciudadanos facilitó la gobernabilidad con sus nueve escaños. Una experiencia amarga de la que quizá haya aprendido bastante, como de su enfrentamiento con Pedro Sánchez, primero descabalgado de su cargo y luego ganador de las primarias y de nuevo secretario general del PSOE. Tras su derrota interna, Susana Díaz se replegó en Andalucía y cuidó que su proyección en la política nacional estuviera siempre teñida de blanco y verde.

Ahora, aunque los sondeos la dan por ganadora, tiene ante sí el reto enorme de aumentar los escaños del PSOE y evitar que PP y Ciudadanos sumen la mayoría que daría un vuelco histórico al escenario político de Andalucía. Por eso, en la recta final de la campaña, intensifica sus mensajes y aprieta el acelerador.